viernes, 17 de mayo de 2019

Cuando hace frío.


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Cuando hace frío me gusta comer helados. Antes me limitaba al de chocolate, pero hoy tengo gustos más variados. También con lluvia como helados.

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Cuando no tengo helado y hace frío me quedo a solas con el frío. No me molesta quedarme a solas. También me quedo a solas con la lluvia y si no hay lluvia y hay granizo igual me sirve. El helado, en cambio, no tiene sucedáneos.

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Me gusta el frío. Y me gusta el helado. Alguna vez pensé que me gustaba el frío porque me gustaban los helados. Cuando pensé eso, extrañamente, me sentí triste. Pero luego descubrí que el frío era para mí un gusto puro.

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Es raro hablar de gustos puros. O de la pureza, más bien, es raro hablar. A mí no me asusta, pero si hablo de eso me miran raro. Yo explicaría, pero no creo realmente que a alguien le pueda interesar.

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Por si acaso: un gusto no es puro si aquello que nos gusta no nos gusta por sí mismo y porque sí. Y el porque sí es un argumento válido siempre que nace desde la alegría y no desde el enojo. Si el porque sí se parece a una canción (con trompeta, batería y piano), es válido.

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Hoy hizo frío, pero no tenía helado. Así que me contenté con el frío. Muere gente, es cierto, con el frío. Pero es hipócrita cuando culpamos al frío de esas muertes. Y lo despreciamos.

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