viernes, 5 de abril de 2019

Los muertos y los vivos (fragmentos).


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Los muertos y los vivos son distintos en este sitio. No me refiero a que son distintos entre sí, sino distintos a cómo son en otros lados. De hecho, no sabría bien, aquí, explicar sus diferencias. Por lo mismo, a veces no los distingues. Y no sabes, entonces, en qué grupo ponerte.

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La primera semana, por ejemplo, la pasé con los muertos. Pensé que eran los vivos, claro, y que no me querían hablar. A veces escuchaba murmullos, pero no reconocía de quiénes provenían. Finalmente, me comporté como ellos y me quedé así, quieto, farfullando cosas. Pensé que me había hecho amigo de uno que imaginé se había acercado a mí. Le pregunté algunas cosas sobre el lugar y debo haber pensado que me respondía. Luego me fijé que unas moscas se posaban en sus ojos y él no las espantaba. No me fui de inmediato para no parecer descortés, pero de todas formas ese fue el último día que pasé con ellos. Cuando partí, sentí que hablaban de mí, a mis espaldas.

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Como los vivos me vieron llegar de entre los muertos se mantuvieron a la defensiva. Una semana estuvieron así, sin dirigirme palabra, y recién entonces pude darme cuenta que efectivamente había cambiado de grupo. Pude comprender algunos de sus murmullos y noté que hablaban de ciertas películas, farándula e incluso discutían sobre resultados deportivos. Todos tenían nombres y un número que los distinguía y trabajaban a disgusto tres cuartas partes del tiempo que estaban despiertos. Y claro, yo debí unirme a sus prácticas, para encajar mejor. A veces, por las noches, uno de los vivos se acerca hasta el grupo de los muertos y pareciera pensar si ir, finalmente, hacia ellos. Algunos lo hacen, por supuesto. Otros regresan. No tengo mucho más que contar.

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