miércoles, 17 de abril de 2019

Respondiendo tu pregunta,


Salimos con el sordo al menos una vez al mes durante casi tres años.

La mayoría de las veces íbamos a algún bar, aunque también fuimos al estadio un par de ocasiones y otras pocas a ver carreras de caballos.

Al principio su problema era menor, bastaba con hablarle claro y a un buen volumen y no teníamos mayores problemas.

Con el tiempo, sin embargo, notamos que escuchaba un poco menos, aunque él seguía actuando como si oyese perfectamente, tratando de mantener un ritmo de conversación, aunque lo que dijese fuera totalmente incoherente.

De hecho, comenzamos a sospechar que lo que le ocurría era que no quería escucharnos, realmente, y que le importaba mayormente decir lo que le venía en gana, y nada más.

Así, por ejemplo, si hablábamos de un problema en el trabajo y él quería hablar de una película de Milos Forman, simplemente se pasaba a ese otro tema, expresando su opinión y, por supuesto, sin esperar la nuestra.

Con todo, seguí saliendo con el sordo principalmente porque sus opiniones me eran interesantes, pues por lo general hablaba de libros, obras teatrales u otros asuntos que de cierta forma me interesaban.

Lamentablemente, por seguirle el juego, creo que también di una serie de opiniones sobre cuestiones similares que yo consideraba valiosas y que se perdieron, sin más, en su compañía.

No sé si con esto respondo a tu pregunta.

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