sábado, 27 de abril de 2019

Tras la puerta.


Los escucho venir cuando suben las escaleras.

Puedo distinguir –no sé por qué-, cuando vienen hacia acá.

Entonces apago luces, me pongo cerca de la puerta y guardo silencio.

Generalmente intentan con el timbre hasta que se dan cuenta que está desconectado.

Luego golpean la puerta.

Suavemente primero y un poco más fuerte después.

A veces dicen mi nombre en voz alta.

Entonces comentan que es raro que no esté.

Que nuevamente no esté.

Varias veces dicen mi nombre.

Y hasta sospechan –aunque no lo dicen-, que yo esté dentro.

Deduzco eso porque siguen llamando, varias veces.

En algunas ocasiones, antes que se vayan, veo aparecer un papel bajo la puerta.

Un papel doblado, con algo escrito dentro.

Palabras, por supuesto, nada más.

Nunca han dejado un dibujo, por ejemplo, o alguna cosa verdadera.

A veces me pregunto a quién le dejan realmente esos mensajes.

Me refiero a que le escriben supuestamente a alguien que no está.

A alguien del futuro, digamos.

No a mí, que estoy ahí, sin que lo sepan.

Eso me molesta.

Que arrojen mensajes que no son para mí, me refiero.

Que ensucien este lugar con papeles que no me pertenecen.

Yo no sé por qué insisten.

Que yo recuerde, al menos, no le debo nada a nadie.

Y en esos papeles, podría asegurarlo, no hay un atisbo de verdad.

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