martes, 16 de abril de 2019

Hombrecitos pequeños.


I.

De vez en cuando veo hombrecitos pequeños salir de mi habitación.

Salen de a uno, cada cierto tiempo, caminando de forma natural y sin hacer mayor ruido.

Como el hecho me toma de sorpresa, suelo quedarme en mi sitio –por lo general la cama-, y verlos salir, simplemente, sin apuro.

Aclaro que no son enanos, sino hombrecitos pequeños.

Deben medir aproximadamente setenta u ochenta centímetros.

Visten ropas similares a las mías.

Usan pelo corto, nada llamativo.

Hasta hoy creo que debo haber visto unos diez, o poco más.

Esta mañana, por cierto, he visto uno.


II.

El de esta mañana no tenía nada de especial.

Era similar a los anteriores y salió de la habitación poco después de haberme despertado, mientras anotaba unas ideas, en una libreta.

Lo dejé que saliera, sin decir nada, y solo entonces pasé a la acción.

Entonces -como mi habitación es grande y está revuelta-, pensé que este y los otros hombrecitos bien podrían haber estado escondidos entre las cosas, por lo que comencé a buscar por si quedaba otro, viviendo por ahí.

No encontré nada, por supuesto.


III.

Me daba vergüenza contarle a alguien, pero finalmente se lo comenté a mi hijo.

Después de todo vivo con él y era probable que él también hubiese visto a esos hombrecitos.

Creo que no los he visto, me dijo de lo más natural.

Pero si no los ves entrar y no viven en la habitación, tienes que descubrir de dónde están saliendo, agregó, mientras miraba algo en su celular, antes de irse a la universidad.


IV.

Salen de mí mismo.

Analice la situación todo aquel día y no creo que haya muchas otras opciones.

Los hombrecitos pequeños deben salir de mí mismo.

Tal vez por eso me son familiares y no me producen mayor espanto.

Me alegré por un momento por haber llegado a esa respuesta, pero poco después comencé a sentir el peso de esa situación.

Ellos me abandonan, me dije.

Se alejan sin más de uno y se van así, como si nada.

No agradecen ni se despiden y sin embargo no puedo molestarme con ellos.

Estaba escribiendo esas ideas en una libreta –distinta a la que utilizo por la mañana-, cuando mi hijo regreso de la universidad.

No le conté de mis conclusiones, pero él notó que estaba algo extraño.

Hablamos de un informe que tenía que entregar y de la comida que compró para sus gerbos.

Luego cenamos viendo el penúltimo capítulo de una serie y nos fuimos a acostar.

Eso fue hace una hora, más o menos.

Desde entonces me puse a escribir esto.

Pienso que si viese en este instante partir a un hombrecito pequeño simplemente le desearía lo mejor.

Honestamente.

Dondequiera que fuese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales