martes, 9 de octubre de 2018

Sin llaves.


Saco copias de las llaves. Varias copias. Las llevo a un local que está cerca del trabajo. El hombre que atiende me conoce. Intenta entablar conversación. Para qué tantas copias, pregunta sin preguntar. Pero yo no contesto. Evado el tema. Comento algo sobre el tiempo. Esta vez saco cuatro copias. Cuatro copias de dos llaves. Antes he sacado una copia y luego dos. Esta vez voy a ahorrar trabajo. Sé que tendré que volver en algún momento así que pido un poco más. Y es que puedo saber, en el fondo, lo que ocurrirá. Las dejaré en algún sitio extraño. Olvidaré dónde están. Las extraviaré una a una hasta que tenga que volver, nuevamente, luego de buscar una nueva forma para entrar. Sé que eso ocurrirá. Conozco la situación Me conozco. No lo considero un gran problema. Me refiero a que siempre puedo buscar alternativas, luego encontrar alguna y hacer más copias. No son tan caras, además. Y perderlas, de cierta forma, me hace sentir más libre. Me recuerda que no pertenezco, en el fondo. Que las llaves son de un lugar donde sin duda, están mis cosas… pero no es mi lugar. Mi verdadero lugar me espera en otro sitio. Un sitio que a veces busco y que a veces me olvido de buscar. No sé bien cómo es, pero sé que será mi sitio. Mi lugar. No digo que será perfecto, pero será el lugar indicado. Y mi verdadero lugar será tan mío que no podrá perderse. Vaya donde vaya estaré ahí. Y será un buen lugar, sin duda. Y no tendrá llaves. 

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