martes, 2 de octubre de 2018

Me olvido de momentos.


Me olvido de momentos. Doy pequeños saltos en situaciones que no recuerdo del todo. El doctor lo llama perder eslabones. No parece darle importancia, aunque siempre me vuelve a citar y las pastillas son cada vez más caras y más fuertes. Yo le pregunto por muestras médicas, pero él cambia de tema y pregunta por mis dibujos. Yo no dibujo, pero igual respondo. A veces le narro situaciones sobre mis dibujos. Él las escucha y toma notas, Nunca esboza mayores sensaciones. Yo tampoco indago más. Luego viene nuevamente, mostrándose amistoso y redirigiendo mis palabras, aparentando saber (o sabiendo) lo que yo no sé. Tiene el eslabón que busco, digamos, pienso entonces. Lo triste, sin embargo, es que llega cuando ya lo tienes. Me refiero al eslabón que buscas, por supuesto. Llegas a él y de pronto descubres que ya lo tienes. Sientes que falta, pero ya lo tienes. O tal vez es otro de esos momentos que olvidaste entre no tenerlo y tenerlo. No sabes en qué posición va. Ni siquiera vislumbras el todo. Y es que desde dentro no hay todo, además. Alguien dice eso. Da lo mismo quien, pero importa al menos que se haya dicho. A mí me importa, por supuesto. Me olvido de momentos, como decía, pero ese es un momento que me importa. Nada es un juego. El que tenga ojos etcétera. 

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