miércoles, 3 de octubre de 2018

No hay dinero en las alcantarillas.


No hay dinero en las alcantarillas.

Un amigo trabajó limpiándolas y tenía la esperanza de encontrar algún objeto de valor.

Incluso el contrato que firmó hacía referencia al posible encuentro de especies valiosas y el protocolo que debía seguirse.

Mientras limpiaban, un compañero le contó que un antiguo trabajador había encontrado un par de lingotes de oro.

Entre los trabajadores, por cierto, se transmitían varias historias así.

Sin embargo, durante los tres meses que mi amigo trabajó en eso, no logró encontrar algo de valor.

Ni siquiera le sirvió para decir que allá abajo, en medio de la oscuridad, se encontró a sí mismo.

Solo mierda, ratones y de vez en cuando algo que resultaba mejor no sacar a la superficie.

Restos de un feto, por ejemplo, en una pequeña bolsa de género.

O una mano humana, descompuesta, que se estaban comiendo unos ratones.

De eso no había que informar, le advirtieron, o tendría que prestar declaración y pasaría a complicarse en un proceso que no traía a nadie beneficio alguno.

No van a revivir al feto, le dijeron.

Esa mano no volverá a coserse a la muñeca, le dijeron.

Fue así que, luego de tres meses, mi amigo decidió emprender otros rumbos.

Y siguió siendo el mismo, y contando ahora una nueva experiencia.

No hay dinero en las alcantarillas, decía, y comenzaba su historia.

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