viernes, 19 de octubre de 2018

Niebla


I.

Vivía en un cerro, alejado del pueblo que estaba más abajo.

Sobre el cerro, todas las mañanas había una gran niebla.

Y como a él le gustaba la niebla y le gustaba también levantarse temprano, ocurría que subía a la cima de aquel cerro, para estar en el centro mismo, de la niebla.

No era una mala forma de comenzar de día, pensaba.

De hecho, en el peor de los casos, podía volver y esperar hasta la mañana siguiente y volver a empezar desde el mismo punto.


II.

Ocurrió entonces que durante un tiempo la niebla comenzó a bajar de la cima, y se instaló en el sector en que vivía el hombre.

Es decir en la zona media del cerro, lo suficientemente alejado del pueblo y a medio camino de la cima de una montaña.

En principio pensó que la situación sería mejor, pues él pensaba ser, sin duda, un hombre que disfrutaba la niebla.

Lamentablemente al tener la niebla cerca, tuvo que revisar aquello en que supuestamente creía y debió admitir que lo que le gustaba realmente no era la niebla.

Tal vez lo que me gusta sea en realidad subir hasta la cumbre, pensó el hombre.

O tal vez alejarme más del pueblo, pensó después.

O tal vez alejarme del hogar, pensó al final.

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