viernes, 12 de octubre de 2018

Buscando petróleo.


Un amigo que tiene tres hermanos, prácticamente de la misma edad, me cuenta que de pequeños intentaron una vez encontrar petróleo. Creo que habían visto una película de un tipo que se hacía millonario de esa forma y les había dado por cavar en el patio de su casa. Así, con unas palas de juguete y alguna herramienta pequeña, estuvieron varios días haciéndolo a escondidas, mientras sus padres regresaban del trabajo. Para que no los descubrieran, por cierto, tapaban la excavación con unos cartones, pues querían, al parecer, darles una sorpresa a sus  padres.

No avanzaron mucho, por supuesto, ya que a los pocos días se encontraron con una capa de piedra contra la que poco pudieron hacer, deteniendo así su trabajo.

Lo que me llama la atención, sin embargo, es la conclusión a la que legaron, ya que mi amigo me cuenta que, al chocar con la capa de piedra, creyeron habían dado con huesos. Y no precisamente con huesos de alguien enterrado, sino con los huesos del mundo.

-Puede sonar absurdo –me dice-, pero estábamos seguros que habíamos chocado contra los huesos del mundo. Como si el mundo fuese un animal al que le hubiésemos hecho una herida, hasta llegar al hueso. Por lo mismo, volvimos a tapar aquella herida y hasta nos sentimos mal por lo que habíamos hecho.

Luego me cuenta otras historias de su infancia que poco me importan a lado de la anterior. Luego nos despedimos, y él se va.

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