lunes, 22 de octubre de 2018

Como un coágulo.


No lo hago a propósito, pero a veces soy como un coágulo.

Caminando, entre la gente, fluyo con ellos de lo más bien hasta que de pronto despierta en mí esa naturaleza de coágulo, y me detengo de improviso.

Entonces la gente que fluía conmigo se detiene también y comienza a aglomerarse buscando cómo hacer el quite a ese coágulo que se ha puesto justo por delante y que se ha interpuesto en el proceso de circulación.

Lo mismo me ocurre a veces en conversaciones o en una serie de situaciones que, de revelarse de pronto con un ritmo constante, me llevan a ese detenimiento abrupto, justo en medio de una frase o de un paso. Justo como un coágulo.

El concepto de coágulo, por lo demás, puede tomarse literalmente ya que resulta indudable que la desesperación que me lleva al detenimiento se origina al sentirme parte del funcionamiento de un organismo ante cuya naturaleza me rebelo.

Y es que no quiero ser parte de la existencia de algo cuya vida no me parece digna. Principalmente porque no reconozco en ella significado alguno, y esa falta de dirección hace que me sienta como si alimentase, con mis acciones, a un ser que permanece, al menos, en estado vegetativo.

Y claro, es entonces cuando me transformo en coágulo y viene uno a interrumpirse de golpe.

Así, sin más, justo en medio de una fra

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales