miércoles, 24 de octubre de 2018

Hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá.


La frase de título es de Epicuro.

La dice en relación a los distintos placeres que distingue para explicar su doctrina.

Para entenderla hay que recordar que Epicuro distingue esencialmente tres tipos de placeres:

En primer lugar los placeres naturales y necesarios, asociados a la existencia física del ser, que no pueden dejarse de lado si se quiere asegurar la sobrevivencia.

En segundo lugar los naturales e innecesarios, que suelen darse en relación a los otros, ya sea a través de una conversación agradable, la contemplación artística y/o la gratificación sexual.


Por último, los innaturales e innecesarios, que se relacionan por ejemplo con la fama, el poder político y con cualquier otras acción que  revela cierta superficialidad y que nos son esenciales al ser humano.

Ahora bien, lejos de profundizar en ellos o en otros aspectos de su doctrina, me gustaría de momento aclarar que la frase del título hace referencia al segundo de estos placeres.

Y es que, según Epicuro, la medida en que los placeres innecesarios son "válidos" y conducen a la felicidad, está determinada por el no abuso de ellos. De esta forma (para reconocer finalmente cuando comienza el abuso) debemos estar atentos con nuestro propio corazón, aprendiendo a reconocer el momento en que se siente satisfecho, y no ir más allá.

¿Se puede hacer eso?, pensaba mientras leía a Epicuro.

Tras pensármelo un rato decidí que sí. Que era posible. Aunque para esto, no solo debemos saber detectar la satisfacción de nuestro corazón, sino también tenerlo en buen estado, para que actúe con sensatez y sepa reconocer con claridad aquello que le satisface.

Un verdadero desafío.

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