miércoles, 30 de abril de 2014

Un vaso medio lleno y un vaso medio vacío.



Un vaso medio lleno se encuentra con un vaso medio vacío.

De casualidad, digamos… frente a frente en la mesa de un restaurant.

Junto a ellos están los restos de una cena de la que no puedo hablar.

Un bolso sobre una silla, música ambiente, la propina en un platillo, junto a la cuenta.

Y el aire está enrarecido por algo que puede ser una sensación, o el simple humo de un cigarro.

Me gustaría contar que hablan… que discuten acerca de las vicisitudes de la vida, pero lo cierto es que no pronuncian palabra alguna.

En cambio, un mozo comienza a retirar lo que quedó sobre la mesa.

Retira los platos, servicios, individuales…

Así, finalmente, el mozo descubre la confrontación que existe entre estos dos seres.

El vaso medio lleno y el vaso medio vacío, me refiero.

Se detiene entonces, por un momento, ante ellos.

Los observa.

Piensa en algo que intenta verbalizar.

Uno debiese tener dos corazones, como esos vasos, se dice.

Dos corazones escondidos, más allá del que funciona invariablemente.

Nada más se dice el mozo.

Entonces recoge los vasos.

Los coloca sobre una bandeja y se dirige al área de lavado.

Como ya es final de turno es él mismo quien debe lavarlos.

Abre la llave.

Observa el agua correr, por unos instantes.

No se acaba el mundo ni hay un terremoto ni comprende el sentido de la vida.

Lava los vasos.

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