domingo, 6 de abril de 2014

Supongamos que usted gana.


“¿Por esto me querías muerto?
¿Porque vivo en el mundo?”
Black Summer, Warren Ellis.



De acuerdo. Supongamos que estoy de acuerdo. Supongámoslo un minuto. Piense usted que mi mente está aceptando aquello que usted tan pacientemente ha estado inculcándome. Hoy le permito pensarlo. Hoy soy de los suyos. Olvidémonos incluso que en mi corazón el rotativo de la nouvelle vague sigue arrojando sus imágenes. Dejemos de ver a Cleo, o a las muchachas de Godard o a Anna Karina llorando en el cine. Dejemos de temblar todo el tiempo. Seamos sensatos, hoy día. Que no nos emocione Brel, que el corazón no lata más deprisa con Charlie Parker… que no brillen los ojos cuando escuchamos a la Spektor. Por hoy, vale. Hoy haré el intento. No nos maravillemos ante el genio de Boris Vian. Que el talento de Juan Emar no nos confunda. Hoy no confiemos en la bondad de Vonnegut. Seamos prácticos. Tratemos de ordenar cuentas en vez de ordenar la biblioteca. Ya ve como lo escucho. ¿Quiere que reconozca que tiene usted razón? Está bien. Por hoy está bien. Lo reconozco. Si quiere hasta hago un espacio y lo escribo en las murallas. No soy un adolescente. No vale enamorarse en los sueños. Hace mal dormir menos de tres horas diarias. Ya ve como me acerco a lo que usted quiere. De acuerdo. Supongamos que estoy de acuerdo. Pero apúrese, eso sí, porque ya se acaba su minuto. Si hasta ya me doy cuenta que se ha desacomodado un libro… ¡Pobre Dosto…! Voy en un instante. Preparo té. Pongo el disco de Harrison. No te preocupes, soy yo, le digo. ¡Qué belleza el Early Takes…!

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