domingo, 27 de abril de 2014

Algunas brillan.


Un grupo de estudiantes hace un experimento. Desconozco el objetivo y las hipótesis, pero el experimento requiere dejar monedas en el suelo y ver quiénes las recogen. Me refiero a un análisis por grupos de edad, género y nivel social, entre otros. Los observo. Me parece un experimento llamativo. Tras prestar atención descubro que se trata simplemente de un proyecto para un trabajo estadístico. Y claro, para el trabajo, también son variables las monedas. De mayor y menor valor, más o menos brillantes, de mayor o menor tamaño… todos son rasgos que de una u otra forma quedan registrados en sus informes. Entonces me acerco a ellos. Me enseñan gráficos. Junto a ellos tienen varias filas con monedas. Algunas brillan. Hablamos un rato. Los oigo decir que han anotado todo. Los oigo no diferenciar entre precio y valor. No intervengo ni corrijo a nadie. En tanto, observo a una niña pasar y recoger una de las monedas. Luego a un hombre mayor hacer lo mismo. Los estudiantes toman datos. Parecen desarrollar seriamente su trabajo. Concentrados, me refiero. Mientras observo, me pregunto qué sucedería si en vez de monedas dejasen flores, o fotos viejas, o pequeños papeles escritos. Cosas así me pregunto. Horas después, mientras camino a casa, descubro una oruga en medio del camino. Me detengo a observarla, mientras avanza. El aire está un tanto húmedo. Suena gay, pero lloro un poquito.

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