Guardé una semilla en un bolsillo y dio brotes.
Aunque claro… no la guardé conscientemente.
De hecho, la encontré hoy, de casualidad, mientras
buscaba una boleta para cobrar la garantía de un producto X.
Así, resultó que en vez de la boleta encontré en el
bolsillo una moneda, una semilla brotada y hasta un papel con un número
telefónico.
Llamé a aquel número.
Contestó una mujer.
-Guardé una semilla en un bolsillo y dio brotes –le
dije.
-¿Con quién desea hablar? –preguntó.
-Con usted. La semilla era pequeña y se hinchó un
poco y tiene un brote de unos dos centímetros, incluso se ve una parte pequeña
que…
La mujer cortó.
Volví a llamar.
-La semilla estaba en el bolsillo de una chaqueta –continué-.
Nada de luz, nada de humedad y ya ve… brotó de igual forma.
-Me alegro –dijo con un tono irónico.
Luego cortó.
Llamé por tercera vez.
-Usted no entiende –le dije-. Antes de colgar
póngase un poco en el lugar de la semilla… Busque comprender… dé un brote…
-Yo no soy semilla y además no lo conozco –interrumpió
ella-. Y no estoy dispuesta a que llame alguien para burlarse y…
-No me estoy burlando –aclaré-. Le cuento la
verdad, simplemente…
-La verdad no se cuenta –sentenció la mujer-. La
verdad se guarda y no se dice.
-¿En un bolsillo?
-¿Cómo?
-¿La verdad se guarda en un bolsillo?
-Me da lo mismo dónde… -dijo la mujer-. El punto es
que se guarda y no se llama para…
-¿Y si la verdad guardada da brotes? –interrumpí-.
¿Qué pasa si la verdad guardada da brotes y…?
La mujer no me dejó terminar y volvió a cortar.
Yo intenté llamar, nuevamente.
Tres veces.
Nadie contestó el teléfono.
Para cuando terminé de marcar, ofuscado, me di
cuenta que la semilla y el brote se habían secado, sobre la mesa.
Y si el brote de la verdad no se hubiera secado, ¿donde lo habrías plantado?
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