Te inscribes en la gran notaram de la forma más
tradicional del mundo. Nada de excentricidades ni requerimientos extraños. Simplemente
vas, entregas tus datos, cancelas una pequeña cuota de inscripción y recibes de
paso una camiseta del evento y una lista con recomendaciones y medidas para tu
buen desempeño físico. Igual que en la competencia tradicional, nada más.
El correr en dirección contraria viene después.
Ya en la carrera, con todos los participantes de
espaldas a la meta, el gran notaram comienza realmente su existencia. Es
cierto, salvo los mejores exponentes, la gran masa de atletas que participa del
notaram apenas y alcanza una velocidad media. Preocupados de realizar
correctamente el retroceso, de no chocar con los otros o con algún
inconveniente del camino, los participantes no son capaces de mantener un ritmo
competitivo por más de un centenar de metros.
Con todo, la atención de los espectadores se
encuentra extrañamente garantizada.
Y es que por lejos que se encuentre un competidor
de poder alcanzar un lugar en el podio, los espectadores suelen alentarlo como
si se tratase de un prodigio.
Así, guiados también por una extraña solidaridad –empatía
tal vez, quién sabe-, los espectadores suelen restar el aplauso a los ganadores
y preferir a esa ceremonia la llegada de los últimos participantes, momento en
el cual los vítores y la expectación alcanzan su cúspide.
No lo piense más y sea usted también parte de este
evento.
La sorpresa de llegar a la meta, cuando menos se
espera, es sin duda el premio más importante.
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