lunes, 7 de abril de 2014

Pedir minuto.


Dicen que es derecho, eso de pedir minuto.

No es ilimitado, claro, debe existir un número máximo.

Como lo desconozco, sin embargo, trato de contar las veces que lo ha hecho el equipo verde.

Por lo general lo utilizan para planificar recuperaciones aunque ahora, ya cerca del final, debiesen planificar una jugada de tres puntos.

Así, observo al entrenador mostrar a los jugadores una serie de indicaciones en una pizarra para poder superar, definitivamente al equipo contrario.

Y bueno… justo entonces suena la bocina para volver a cancha.

Entonces, tanto el equipo blanco como el equipo verde toman posiciones.

Y bueno… el equipo verde intenta la jugada de forma correcta, pero finalmente falla el triple.

Vuelven así a pedir minuto.

Aquiles y la tortuga estarían extasiados.

Lo extraño de ver es que dentro del grupo de jugadores que reciben las instrucciones también hay gestos con los que se pide tiempo dentro del propio minuto.

Pequeños tiempos, claro… para tomar la palabra… pero me gusta pensar que también son minutos, aunque más cortitos.

Vuelve entonces el equipo verde a intentar anotar y esta vez resulta la jugada de tres puntos.

Por lo mismo, es ahora el equipo blanco quien pide minuto para planificar un nuevo ataque.

Y sigue el partido de la misma forma.

Así se me pasa la madrugada.

Escribo entonces escondiendo la línea anterior para ver si la cabeza responde.

Pero entre línea y línea yo también pido minuto.

Preparo jugadas mediocres, mayormente, pero hay que mantenerse en juego.

Siempre a una jugada.

No son vistosas, pero por lo general se encesta.

Esta vez, eso sí, el balón queda dando vueltas por el borde del aro.

Pido minuto, pero no me escuchan.

El balón no se decide a entrar.

Revuelvo las frases del escrito y saco unas cuántas, al azar.

El mundo entero queda pendiente de un hilo.

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