Dicen que es derecho, eso de pedir minuto.
No es ilimitado, claro, debe existir un número
máximo.
Como lo desconozco, sin embargo, trato de contar las veces que lo ha hecho
el equipo verde.
Por lo general lo utilizan para planificar
recuperaciones aunque ahora, ya cerca del final, debiesen planificar una jugada
de tres puntos.
Así, observo al entrenador mostrar a los jugadores
una serie de indicaciones en una pizarra para poder superar, definitivamente al
equipo contrario.
Y bueno… justo entonces suena la bocina para volver
a cancha.
Entonces, tanto el equipo blanco como el equipo
verde toman posiciones.
Y bueno… el equipo verde intenta la jugada de forma correcta, pero
finalmente falla el triple.
Vuelven así a pedir minuto.
Aquiles y la tortuga estarían extasiados.
Lo extraño de ver es que dentro del grupo de
jugadores que reciben las instrucciones también hay gestos con los que se pide
tiempo dentro del propio minuto.
Pequeños tiempos, claro… para tomar la palabra… pero
me gusta pensar que también son minutos, aunque más cortitos.
Vuelve entonces el equipo verde a intentar anotar y
esta vez resulta la jugada de tres puntos.
Por lo mismo, es ahora el equipo blanco quien pide
minuto para planificar un nuevo ataque.
Y sigue el partido de la misma forma.
Así se me pasa la madrugada.
Escribo entonces escondiendo la línea anterior para
ver si la cabeza responde.
Pero entre línea y línea yo también pido minuto.
Preparo jugadas mediocres, mayormente, pero hay que
mantenerse en juego.
Siempre a una jugada.
No son vistosas, pero por lo general se encesta.
Esta vez, eso sí, el balón queda dando vueltas por
el borde del aro.
Pido minuto, pero no me escuchan.
El balón no se decide a entrar.
Revuelvo las frases del escrito y saco unas cuántas, al azar.
El mundo entero queda pendiente de un hilo.
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