jueves, 24 de abril de 2014

Abrir o no la puerta.


Suena el timbre y me acerco a abrir la puerta.

Camino unos pasos y entonces me acuerdo que no tengo timbre.

Me detengo en el lugar.

Vuelve a sonar el timbre.

Como estoy borracho no logro ordenar las ideas.

De hecho, en vez de pensar que el timbre es de algún otro sitio, empiezo a creer que me encuentro en otra casa.

Comienzo entonces a mirar para encontrar elementos comunes.

Veo hojas, libros, unas figuras dispuestas sobre una mesa.

Estas cosas existen en todas las casas, me digo.

No es suficiente.

Nada quiere decir nada.

Vuelve entonces a sonar el timbre.

Bajo la puerta, alguien mete un sobre que queda ahí, sobre el piso.

Es muy probable que no sea para mí, me digo.

Pero entonces, junto cuando el timbre vuelve a sonar y hasta se escuchan unos golpes en la puerta, se despierta en mí una extraña consciencia.

Una idea extraña, pero que me parece de lo más lógica en ese instante.

Soy otro, me digo.

Y claro… el problema no es la casa, ni el timbre, ni los libros y cosas en el lugar… el problema es que soy otro.

Vian está en otro sitio.

Este no soy yo.

Reflexioné.

¡Cuántas cosas calzaban de esa forma…!

¡Cuántas sensaciones comenzaban a parecerme más sensatas luego de esta premisa…!

Justo entonces, alguien dijo un nombre desde el otro lado de la puerta.

Un nombre que me pareció familiar.

Tal vez me acerco a abrir la puerta.

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