“Cuando hay infinito
y no hay infinidad de probabilidades de
perder,
no hay que dudarlo, hay que darlo todo.
Así, cuando hay que apostar
se debe renunciar a la razón”.
Pascal.
-Creo que fue en una película de Rohmer –me dijo-,
donde hablaban de la esperanza matemática, según Pascal…
-¿Esperanza matemática?
-Sí –continuó-, recuerdo que decían que la esperanza
siempre era infinita mientras hubiese una probabilidad de alcanzar ese algo por
lo que se apuesta…
-¿Y si no existiese esa mínima probabilidad? -pregunté.
-¿Me lo preguntas a mí o a Pascal?
-Mmm… a Pascal…
-Pues en ese caso no habría esperanza. Y no se
debería apostar.
-¿No habría esperanza matemática o simplemente no
habría esperanza?
-Creo que para Pascal eran la misma cosa… -señaló-, o al menos lo muestra como una única fórmula, según lo que yo entiendo…
-…
-Imagínatelo como una multiplicación –intentó explicarme-.
Hasta la más mínima chance es un factor para arriesgar todo... para multiplicar y
alcanzarlo, me refiero… pero en cambio, el infinito multiplicado por cero es siempre cero… ¿se
entiende?
-Sí –acepté.
-No pienses que yo me lo creo así sin más –se excusó-.
Es decir, es una forma de verlo, nada más… además, supongo que no me queda
claro cuál es ese infinito por el que se puede apostar…
-¿No te queda claro a ti o a Pascal?
-A mí… Pascal lo veía claro y supongo que tenía que
ver con Dios y el paraíso y esas cosas trascendentes…
-Lo dices como despreciando todo eso.
-No, lo digo despreciando a los que solo aprecian
eso y desprecian la vida –aclaró.
-Como el propio Pascal.
-Y como todos… no seamos hipócritas –dijo sonriendo.
Yo también sonreí.
-No sabía que te interesaran las matemáticas –comenté
entonces.
-Las matemáticas son solo un pasatiempo intelectual…
tú sabes que en el fondo no me interesan…
-¿Ni siquiera las probabilidades?
-No, ni siquiera eso… yo te hablaba de las
esperanzas matemáticas… esa era mi intención –se excusó.
-¿Y las esperanzas no te parecen acaso un pasatiempo
espiritual?
-No.
-¿Ni siquiera un poquito? –insistí.
-Para mí no, al menos –contestó.
Yo dejé pasar un momento.
Abrí las ventanas.
-Había un tipo que aseguraba que bajo la esfinge
sin nariz existía una supuesta sala de archivos, de los antiguos atlantes…
-comenté entonces.
-¿La esfinge sin nariz?
-Sí, la de Guiza –aclaré-. El caso es que el tipo
este aseguraba sobre la existencia de esta sala de archivos, con secretos que
explicaba el sentido de la vida…
-¿Sentido espiritual?
-Espiritual e histórico, más bien… -señalé-.
-¿Y qué pasó…?
-Pasó que contrariamente a lo que se creía, esta
visión absurda llegó a convencer a algunos de investigar e hicieron
excavaciones bajo esa esfinge.
-¿Y encontraron los archivos?
-No… aunque no excavaron mucho… pero encontraron gran
cantidad de agua…
-¿Agua?
-Sí, pero parece que no es tan anormal como suena…
-¿No es anormal encontrar agua en el desierto?
-No sé bien… -señalé-. Al menos no me pareció que
fuese así, cuando leí sobre aquello.
-…
-¿Sabes? –continué-. A veces me dan esas ganas de
apostar todo… o de excavar bajo esa esfinge sin nariz, por decirlo de algún
modo… pero no sé reconocer la esfinge.
-¿La esfinge o el infinito ese por el que
multiplicas la probabilidad?
-Quizá ambos –acepté.
-¿Y has pensado en qué podrías apostar? ¿Qué sería
eso que arriesgarías?
-Pues no sé bien… reconozco que no tengo mucho… mis
libros, quizá…
-¿Pero serías capaz de apostar todo si supieras qué es ese
infinito?
-¿Y teniendo alguna probabilidad?
-Claro.
-Mmm… yo creo que sí… apostaría mi nariz, incluso,
como la esfinge…
-¿Y si no fuese infinito lo que pudieses ganar?
-¿A qué te refieres?
-¿Apostarías también por lo finito o solo por lo
infinito?
-…
-¿Serías capaz de arriesgar todo por algo finito? –insistió.
-¿Algo finito como qué…?
-Como los otros –me dijo.
-…
-No es que te lo pregunte a ti… -agregó-. O sea,
pienso un poco en general, en algo finito que exista en cada uno de los otros…
-¿Corazón, amor y esas cosas?
-Pues sí… aunque no sé si es eso, concretamente.
-Pero cuando apuestas por el corazón del otro… -pregunté
entonces-. ¿Apuestas por lo finito o por lo infinito?
-No entiendes –me dijo-. Yo te hablo de apostar el
corazón del otro, no por el corazón de otros…
-…
-Me refiero a sí crees que podemos apostar la nariz
del otro, por ese infinito… -continuó- Es decir, si vale para ti, y lo haces con
la posibilidad de ganar algo realmente valioso… algo infinito incluso… ¿no es esa apuesta la
que necesitamos que haga alguien por nosotros…?
-No sé si entiendo bien… ¿estás proponiendo que tal
vez alguien debiese apostar el corazón, o la nariz de nosotros, por algo
infinito que sea para nosotros?
-Sí.
-¿Como una especie de Cristo que no se arriesgue a
sí mismo?
-Claro, un Cristo que confiando en la resurrección
sea capaz de crucificarnos a nosotros mismos.
-Pues no sé… no me convence…
-¿Tú crees que cada uno debiese apostarse y…?
-No –interrumpí-. Creo que cuando se dicen demasiadas
cosas aparentemente serias eso se convierte en un juego.
-¿Otro pasatiempo?
-Sí.
-¿Aunque sea por las razones correctas?
Yo asentí.
Entonces, abruptamente, mi nariz cayó desde el rostro, entre mis
manos.
"-Pero cuando apuestas por el corazón del otro… -pregunté entonces-. ¿Apuestas por lo finito o por lo infinito?"
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