jueves, 1 de noviembre de 2012

Una esfinge sin nariz, o La esperanza matemática.


“Cuando hay infinito
y no hay infinidad de probabilidades de perder,
no hay que dudarlo, hay que darlo todo.
Así, cuando hay que apostar
se debe renunciar a la razón”.
Pascal.


-Creo que fue en una película de Rohmer –me dijo-, donde hablaban de la esperanza matemática, según Pascal…

-¿Esperanza matemática?

-Sí –continuó-, recuerdo que decían que la esperanza siempre era infinita mientras hubiese una probabilidad de alcanzar ese algo por lo que se apuesta…

-¿Y si no existiese esa mínima probabilidad? -pregunté.

-¿Me lo preguntas a mí o a Pascal?

-Mmm… a Pascal…

-Pues en ese caso no habría esperanza. Y no se debería apostar.

-¿No habría esperanza matemática o simplemente no habría esperanza?

-Creo que para Pascal eran la misma cosa… -señaló-, o al menos lo muestra como una única fórmula, según lo que yo entiendo…

-…

-Imagínatelo como una multiplicación –intentó explicarme-. Hasta la más mínima chance es un factor para arriesgar todo... para multiplicar y alcanzarlo, me refiero… pero en cambio, el infinito multiplicado por cero es siempre cero… ¿se entiende?

-Sí –acepté.

-No pienses que yo me lo creo así sin más –se excusó-. Es decir, es una forma de verlo, nada más… además, supongo que no me queda claro cuál es ese infinito por el que se puede apostar…

-¿No te queda claro a ti o a Pascal?

-A mí… Pascal lo veía claro y supongo que tenía que ver con Dios y el paraíso y esas cosas trascendentes…

-Lo dices como despreciando todo eso.

-No, lo digo despreciando a los que solo aprecian eso y desprecian la vida –aclaró.

-Como el propio Pascal.

-Y como todos… no seamos hipócritas –dijo sonriendo.

Yo también sonreí.

-No sabía que te interesaran las matemáticas –comenté entonces.

-Las matemáticas son solo un pasatiempo intelectual… tú sabes que en el fondo no me interesan…

-¿Ni siquiera las probabilidades?

-No, ni siquiera eso… yo te hablaba de las esperanzas matemáticas… esa era mi intención –se excusó.

-¿Y las esperanzas no te parecen acaso un pasatiempo espiritual?

-No.

-¿Ni siquiera un poquito? –insistí.

-Para mí no, al menos –contestó.

Yo dejé pasar un momento.

Abrí las ventanas.

-Había un tipo que aseguraba que bajo la esfinge sin nariz existía una supuesta sala de archivos, de los antiguos atlantes… -comenté entonces.

-¿La esfinge sin nariz?

-Sí, la de Guiza –aclaré-. El caso es que el tipo este aseguraba sobre la existencia de esta sala de archivos, con secretos que explicaba el sentido de la vida…

-¿Sentido espiritual?

-Espiritual e histórico, más bien… -señalé-.

-¿Y qué pasó…?

-Pasó que contrariamente a lo que se creía, esta visión absurda llegó a convencer a algunos de investigar e hicieron excavaciones bajo esa esfinge.

-¿Y encontraron los archivos?

-No… aunque no excavaron mucho… pero encontraron gran cantidad de agua…

-¿Agua?

-Sí, pero parece que no es tan anormal como suena…

-¿No es anormal encontrar agua en el desierto?

-No sé bien… -señalé-. Al menos no me pareció que fuese así, cuando leí sobre aquello.

-…

-¿Sabes? –continué-. A veces me dan esas ganas de apostar todo… o de excavar bajo esa esfinge sin nariz, por decirlo de algún modo… pero no sé reconocer la esfinge.

-¿La esfinge o el infinito ese por el que multiplicas la probabilidad?

-Quizá ambos –acepté.

-¿Y has pensado en qué podrías apostar? ¿Qué sería eso que arriesgarías?

-Pues no sé bien… reconozco que no tengo mucho… mis libros, quizá…

-¿Pero serías capaz de apostar todo si supieras qué es ese infinito?

-¿Y teniendo alguna probabilidad?

-Claro.

-Mmm… yo creo que sí… apostaría mi nariz, incluso, como la esfinge…

-¿Y si no fuese infinito lo que pudieses ganar?

-¿A qué te refieres?

-¿Apostarías también por lo finito o solo por lo infinito?

-…

-¿Serías capaz de arriesgar todo por algo finito? –insistió.

-¿Algo finito como qué…?

-Como los otros –me dijo.

-…

-No es que te lo pregunte a ti… -agregó-. O sea, pienso un poco en general, en algo finito que exista en cada uno de los otros…

-¿Corazón, amor y esas cosas?

-Pues sí… aunque no sé si es eso, concretamente.

-Pero cuando apuestas por el corazón del otro… -pregunté entonces-. ¿Apuestas por lo finito o por lo infinito?

-No entiendes –me dijo-. Yo te hablo de apostar el corazón del otro, no por el corazón de otros…

-…

-Me refiero a sí crees que podemos apostar la nariz del otro, por ese infinito… -continuó- Es decir, si vale para ti, y lo haces con la posibilidad de ganar algo realmente valioso…  algo infinito incluso… ¿no es esa apuesta la que necesitamos que haga alguien por nosotros…?

-No sé si entiendo bien… ¿estás proponiendo que tal vez alguien debiese apostar el corazón, o la nariz de nosotros, por algo infinito que sea para nosotros?

-Sí.

-¿Como una especie de Cristo que no se arriesgue a sí mismo?

-Claro, un Cristo que confiando en la resurrección sea capaz de crucificarnos a nosotros mismos.

-Pues no sé… no me convence…

-¿Tú crees que cada uno debiese apostarse y…?

-No –interrumpí-. Creo que cuando se dicen demasiadas cosas aparentemente serias eso se convierte en un juego.

-¿Otro pasatiempo?

-Sí.

-¿Aunque sea por las razones correctas?

Yo asentí.

Entonces, abruptamente, mi nariz cayó desde el rostro, entre mis manos.

1 comentario:

  1. "-Pero cuando apuestas por el corazón del otro… -pregunté entonces-. ¿Apuestas por lo finito o por lo infinito?"
    ...

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