“Decir que la vida no tiene sentido,
es lo mismo que estar frente a un montón
de ropa
y decir que no tenemos qué ponernos”
Otto Wingarden.
Conocí al terrorista sin ideal en las afueras de
una iglesia.
Él no entraba porque no creía y yo porque
supuestamente creía demasiado.
Entonces, mirándolo, me percaté que tenía un
detonador en una de sus manos, y bajo su chaqueta, algunos cuantos explosivos.
-¿A qué hora debe hacerlo? –le pregunté.
Él me miró, sorprendido.
-No se asuste –le dije-. No pretendo detenerlo ni
advertir a nadie…
-Gracias –señaló.
Luego volvió a revisar el detonador.
-¿Necesita ayuda? –le pregunté.
El hombre negó con la cabeza.
-¿Sabe…? –continué-. Disculpe que lo moleste… ¿pero
tiene usted alguna relación con el silencio de la naturaleza?
-¿Qué silencio…? –preguntó, interesado.
Yo expliqué:
-Verá… -comencé-. Hace un tiempo estoy durmiendo
los fines de semana en una cabaña en la montaña… una pieza en realidad, apenas…
Y bueno, una de las cosas que me gusta hacer cuando estoy ahí es levantarme
temprano y ver el amanecer…
El hombre escuchaba, atento.
-Pues bien… -continué-. El caso es que descubrí que
justo antes del amanecer existía un momento preciso en que todo se quedaba en
silencio… Nada de pájaros, ladridos… ni siquiera el viento… todo se queda un
momento mínimo en silencio antes que amanezca… Un silencio absoluto, me refiero…
-…
-Es extraño ese momento, ¿sabe?... –le dije-. Muy
extraño. Es como si la naturaleza tomase unos segundos para pensar si seguir o
no… es decir, como si decidiera si comenzar el día o dejar hasta ahí todo… y
ponerle un final.
-…
-Y claro… no sé si se trata de una impresión mía –expliqué-,
pero me parece que esos segundos de silencio se estuviesen alargando con el
tiempo… como si la naturaleza estuviera dudando, me refiero… dudando más… cuestionándose…
¿qué cree usted?
-¿Respecto a qué? –me preguntó.
-Respecto a lo que ocurre en ese momento… -le
aclaré-. Cuando todo parece muerto y no sabes si el mundo va a seguir o si todo
va a llegar hasta ahí, simplemente…
-No lo sé… -dijo el hombre-. Quizá es solo cuestión
de suerte…
-¿Cómo…?
-Suerte –repitió él-. Si es cierto lo que dice
quizá la naturaleza toma una moneda y simplemente la lanza… si sale cara
seguimos, si sale cruz se acaba…
-¿Y siempre sale cara, según usted?
-Sí –señaló-. Siempre, aunque la suerte puede
cambiar…
-Eso es absurdo –lo interrumpí-. Es imposible que la
suerte explique que por millones de años siempre salga cara y podamos seguir y…
-Los hombres tienen suerte –dijo entonces-. Los
hombres tienen suerte aunque no lo sepan.
-¿Y usted cree que la suerte es lo que mantiene
vivo a los hombres? –le pregunté, algo molesto.
-Eso dije –señaló-. Lo dije dos veces.
-Pero usted… -insistí-. Usted debe saber que la
suerte no basta… es decir, ese detonador, los explosivos… usted debe tener
ideales…
-No tengo ideales –dijo cortante-. Solo detonador y
explosivos.
-¿Y entonces por qué lo quiere hacer?
-Porque ellos tampoco tienen ideales. Y además
porque tampoco tienen detonador y explosivos.
-Eso es absurdo… -comenté-. Estúpido y absurdo.
Él sonrió. Como si lo hubiese halagado.
-Escuche –dijo entonces-. Ya que me cayó usted bien
voy a proponerle algo.
Yo escuché.
-Vamos a tirar una moneda –continuó-. Si sale cara
los explosivos no explotan… pero si sale sello usted mismo detonará los
explosivos…
-¿Yo? ¿Pero qué tengo que ver yo…?
-Más de lo que cree –señaló.
Entonces, antes de explicar y sin previo aviso, lanzó
una moneda al aire.
Instantes después la moneda caía, a mis pies.
-¿Ve que el hombre tiene suerte? –dijo el
terrorista, tras recogerla.
Yo quedé en silencio.
-Hago lo mismo hace once años –comentó, finalmente-.
De tener un ideal quizá hubiese podido vencer, alguna vez, a la suerte…
-No comprendo –le dije.
-No se puede comprender –concluyó-. Solo se lo digo
para que tenga cuidado usted con sus propios explosivos…
-¿Qué explosivos? –pregunté.
Pero él no estaba.
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarLogras mantener la atomosfera y adentrarte a través del silencio, de esos minutos antes... muy buena comparación. La historia avanza y hace querer mas, la suerte, que hijaputa.
El final, aplauso a los actores.
Gracias. Un abrazo.
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