Como los juegos de lucha libre de hoy permiten
diseñar personajes, un amigo ocioso pasó tres meses creando toda una liga de
escritores, filósofos y otros personajes afines, para realizar un encuentro
memorable.
Así, ocurrió que hoy se realizó un torneo en la
facultad de filosofía de una universidad privada, donde me fue posible
participar ocupando a algunos de mis preferidos: Berkeley, Spinoza, Schopenhauer,
Wittgenstein… y hasta obtener un segundo lugar en el torneo central (que pudo
haber sido el primero si me hubiese abstenido de elegir a Woody Allen para la última
batalla).
Con todo, el premio no estuvo tan mal, pues me tocó
el libro La caza del carnero salvaje,
que es para mí la novela más alta y
constante de Murakami, con cuyas lecturas me obsesioné hace algún tiempo.
Así, el día fue sucediéndose de forma extraña,
sumándose al torneo y al libro mencionado una serie de pequeñas anécdotas -cuyos
significados desconozco-, y que colaboraron con extinguir, el poco tiempo de
ocio del que dispuse hoy día.
Ahora bien, debo reconocer que tras llegar a casa y
poner el libro de Murakami junto al otro ejemplar de esta novela -que ya tenía-,
me sobrevino una sensación de falta de sentido… y hasta de culpabilidad… como
si aquellas acciones –que ocuparon apenas un par de horas luego de la salida de
mi trabajo-, fueran las que me obligaran ahora a renunciar a una serie de otras
posibilidades, quizá mucho más fructíferas:
-Ver una película de Kiarostami.
-Salir a caminar.
-O simplemente realizar una de las labores
atrasadas que terminar por hacerme colapsar, un día de estos.
Con todo, créanme que he tratado de buscar algo
honesto qué decir, antes que eso ocurra.
Pero no hay caso.
Es decir, lo intenté narrando unas batallas entre
filósofos.
Quise hablar de Murakami.
Y hasta pensé en algo lindo que decir, o recoger
para ustedes el día de hoy…
Pero lo crean o no, lo único cierto es que los ojos
se me cierran.
Igual como viene pasando hace días cuando intento
escribir algo, y no me sale.
¿Insisto un poco más…?, pienso entonces.
¿Voy a mojarme la cara nuevamente y despertar un
poco…?
Mejor nada de eso.
Simplemente dejo la honestidad cruda vencer aquí en
el texto.
Pésimo texto, por cierto.
O al menos raro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario