“Una estructuración del mundo de una manera
tan absoluta
que cada acontecimiento calce
ordenadamente
en un sistema imaginario, es sin duda un
síntoma de enfermedad,
especialmente cuando otros se niegan a
unirse al gran designio”.
O. W.
Nadie detuvo al pequeño Isaac.
Es decir, dejaron que jugara a develar el truco.
Lo que no se aclara, sin embargo, es que apenas se
acercó a la mecánica de aquello que cubría el verdadero misterio, nada más.
¡Cuánto daño…!
Lo extraño es que hoy se diga que la pertenencia a
un mundo regido por una ley aparentemente universal, fue un acontecimiento que
entregó tranquilidad y seguridad al ser humano.
¡Seguridad una mierda…!
Eso pensé hoy mientras leía un libro de ciencias
que hay de referencia en la biblioteca del colegio en que trabajo.
Cuando la
ciencia devela el misterio, el hombre sale de su ignorancia y puede empezar su
verdadero avance hacia la comprensión de su naturaleza y entender así el
funcionamiento del mundo, decía aquel libro.
¡Pero si hasta el mismo Isaac comprendió ese error…!
Qué ganas de encontrar en ese mismo libro las
cartas de Newton renegando de la utilidad de sus propios descubrimientos… Advirtiendo
incluso que todo ser que existe en un mundo que está regido por leyes ya expuestas,
está condenado a la inercia y a desconocer el verdadero secreto que explica su
sentido.
¡Qué ganas de que pudiese conocerse al verdadero
Isaac y asombrarnos entonces al descubrir que la angustia de un hombre pudo
conducirnos hacia donde estamos…!
Aunque claro, la dificultad en conocer a este
verdadero Isaac radica en que luego de entender aquello estamos obligados al movimiento,
a la búsqueda, y al contacto directo con el misterio de los otros y del mundo.
Así, quizá la molestia debiese transformarse en una
pregunta básica: ¿puede enseñarse a ese verdadero Isaac?
O mejor dicho, ¿puede enseñarse cuando los
contenidos y el sistema educativo entrega a fin de cuentas un modelo de vida
prácticamente uniforme a cada uno de los estudiantes?
Y en concreto: ¿puedo conducirlos a romper, por las
razones que creo correctas, esa especie de condena a muerte establecida en el
fundamento mismo de esos libros de ciencias…? ¿Puedo decirles que enseñarles a
pensar –científicamente al menos-, es de cierta forma enseñarles a morir, antes
de tiempo?
Porque claro, incluso el lenguaje pretende ser ese
sistema que permite dar cuenta del mismo truco, solo que de otra forma… menos
sucia, si se quiere, aunque solo si el corazón
del hablante es menos sucio, pero… ¿cómo se les dice eso…?
Y sobre todo ¿qué pueden hacer ellos luego de eso?
…
¡Cuánto daño nos hiciste, Isaac… sin querer hacerlo!
¡Cuánto daño te hiciste a ti mismo, pequeñito…!
Dicen que los científicos, algunos sueñan casualidades, juegan con las dudas. Isac sabe que todo se mueve incluso lo quieto.
ResponderEliminarNo estamos a salvo del dolor del conocimiento, y no sé nada, afirmo mi duda.
Con todos mis respetos o sin ellos, a veces tengo la sensación de que los libros de ciencias son cuentos, crueles, portentosos, obscenos, mágicos, siendo así, quizás nos sea posible contarlos.
Besitos.
Supongo que el error sería pensar que ya todo está resuelto, que no queda nada por averiguar y comprobar, aún lo que seda por cierto y punto de partida de todo el andamiaje del conocimiento. Pero creo que siempre surgirá algún otro inquieto rebelde que no se contente con tragar sin masticar las teorías ya modeladas.
ResponderEliminarUn abrazo.