“Porque hay ocasiones en que no se quiere
tener sentimientos”
Clarice Lispector.
-Todo es cuestión de tamaño –me dijo-, y ni
siquiera de tamaño, sino de perspectiva.
-No te entiendo –confesé.
-Piensa en un hombre, por ejemplo, uno cualquiera,
que va y le arranca las patas a un perro y se queda mirando qué ocurre con el
animal luego de aquello…
-¿Un hombre que le arranca las patas a un perro?
-Sí –afirmó-. Imagínate eso.
-¿Pero para qué un hombre le va a arrancar las
patas a un perro? –le pregunté.
-No sé… quizá porque entró a su patio y se sintió
invadido… o porque rompió su diario, qué sé yo…
-¿Y por qué no lo mata simplemente?
-Está bien, imagínate entonces que un hombre mata a
un perro.
-Ok. Un hombre mata a un perro.
- Ahora agrégale que un vecino ve el hecho y lo
denuncia…
-¿A la policía?
-Claro, a la policía… dime, ¿qué crees que haría la
policía con ese hombre?
-¿Con el que denuncia? –le pregunto por molestar.
-No po hueón… con el otro, con el que mató al perro…
-Ah… ese…
-Sí, ese… ¿qué haría la policía con él?
-No sé… lo detendría supongo, y luego lo entregaría
a la justicia.
-Pues bien, ahora imagina que un hombre aplasta a
una hormiga que encontró trepando por el azucarero.
-Ya.
-Y hora imagina que alguien que lo vio, hace la
denuncia a la policía por haber matado a la hormiga.
-Ya.
-¿Qué haría la policía con el hombre acusado?
-Eh… nada, supongo.
-¡Exacto, Vian! No harían nada. Ni tampoco por
arañas, ni por moscas, y puede que tampoco por lagartijas u otros similares… ¿sabes por qué?
-No… no tengo idea.
-Por una cuestión de tamaño, Vian… o de
perspectiva, si quieres… Y es que el perro se ve, Vian, y el dolor del perro se
ve… la expresión de dolor, o hasta el aullido… ¿comprendes a dónde quiero
llegar?
-Entiendo lo que dices… -confieso-, pero creo que
el objetivo se me escapa…
-Se te escapa porque también validas esa idea,
interiormente… porque nos acostumbramos a ello, sin darnos cuenta… es decir,
asociamos la idea del sufrimiento, o de las sensaciones, al tamaño de aquello
que los expresa.
-Mmm…
-Piensa en los niños, Vian… en los griteríos que
arman cuando a veces quieren algo y se ven desatendidos… ¿pasaríamos por el
lado tan normal si fuesen adultos y comenzaran a llorar y a gritar y se tiraran
al suelo?
-¿Y tú dices que es por el tamaño?
-Sí. Y lo afirmo rotundamente.
-¿Y querías llegar a afirmar eso, simplemente, como
objetivo?
-No –me dijo-. Lo importante de este descubrimiento
es las implicancias que tendría en el tratamiento de trastornos afectivos o en
conductas depresivas…
-¿Y cuál sería la solución, entonces, según tú…?
-Fácil: desestimar el tamaño de aquella zona desde
la que nacen nuestras emociones…
-¿O sea que debemos convencer a la gente para que
rompa el vinculo asociativo entre los sentimientos y el corazón, y pase a creer
que los sentimientos se anidan en la parte naja de la uña de uno de los dedos
meñiques…?
-Pues sí. Irónico o no, pero has dado en el centro:
¿crees que importarían tanto los sentimientos si la gente pensara que ellos se
originan en la parte baja de la más pequeña de las uñas de su cuerpo?
-Pues no sé… -dije mientras pensaba-, es posible…
-¡Claro que es posible! ¡Todo es cuestión de tamaño…!
¡Acuérdate!
-Pero…
-Nada, Vian… Creo que ya dejé las cosas en claro… y
además…
-Además mides un poco más que yo –lo interrumpí.
Entonces él se puso serio y se molestó porque
supuestamente me estaba burlando.
Yo, en tanto, y demostrando justamente lo contrario,
me arranqué las uñas de los dedos meñique de ambas manos.
Y es que en realidad, me dije, nunca se sabe con esto de las nuevas teorías.
Nunca se sabe.
Anodino nos sería el mundo, sin sentimientos!
ResponderEliminarUn abrazo
Igual, gracias.
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