I
Me envían por Zapata.
Nada de revoluciones, me
dicen.
Acribíllelo antes que comiencen
sus palabras.
Pero lo cierto, es que Zapata
está hecho de una pólvora mucho más fuerte
que la que llevan mis armas.
Así, mis tiros no son nada contra Emiliano,
y yo no puedo sino escucharlo
y tomar de la botella que me ofrece.
Yo no he matado nunca a un hombre,
me dice entonces Emiliano.
No se puede matar a un hombre.
Y claro,
yo le doy vueltas a sus palabras
y tomo un nuevo sorbo,
pero no logro aclarar las cosas.
En tanto,
veo a Emiliano hablar con unas sombras,
y disparar luego unos tiros al cielo
como para darles ánimos.
¡Viva Zapata…! gritan ellos.
¡Viva Zapata…! Grito también
yo,
con ganas de creer en algo.
II.
Hay quien dice que Zapata no es Zapata.
Es decir,
hay voces que hablan,
sobre la inexistencia del caudillo,
pero yo mismo he sido testigo
de cómo Emiliano
ha ido silenciando esas voces
una a una.
Atacarme a mí es atacar al
interior de cada hombre,
dice siempre Emiliano,
antes de disparar en pleno pecho
a los incrédulos.
Y claro:
ellos caen como trozos de madera.
No he matado ningún hombre,
concluye entonces Zapata,
mientras revisa los cuerpos.
Y luego pide mi opinión.
III.
Yo no sé distinguir, general
Zapata,
le digo.
Y no creo, por cierto,
ser una autoridad en el tema.
Con todo,
creo que algo debe haber
en nosotros,
para no terminar apretando el
gatillo
cada vez que tenemos la
oportunidad
de reventarle el pecho…
Es decir,
no debe ser mérito
exclusivamente suyo,
el transcurso de los hechos…
Por eso,
y teniendo en cuenta lo anterior,
solo me queda por decirle una
cosa:
¡Cuídese, Zapata…!
Cuídese porque en cualquier momento
el cansancio se me pasa,
y los bigotes pueden comenzar a tomar forma...
Así que no lo olvide
y grábeselo en alguna parte:
y grábeselo en alguna parte:
¡Cuídese!
Recuerde que me enviaron,
por usted…
Y aún no he fallado
mi primer encargo.
La violencia engendra violencia, dicen y creo que es verdad.
ResponderEliminarUn abrazo
me gusta lo que he leído de tu blog. tienes voz.
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