-¿Dónde está Sitka? –dijo él.
-¿Qué…?
-¿Dónde está Sitka? –insistió.
-¿De qué estás hablando?
-De Sitka… estaba soñando con un lugar que se llama
Sitka…
-¿Y tú supones que tiene que existir ese lugar…? -alegó ella- ¿Despertarme sin razón y además
que exista ese lugar…?
-Estabas despierta, no finjas… -dijo él- ¿No te
suena el nombre a algo conocido?
Ella volvió a voltearse en la cama, sin contestar.
-¿Qué sucede? –preguntó él.
-Sucede que no finjo –dijo ella-. No sé por qué
mierda dices eso.
-¡Vamos…! No puedes molestarte por eso… Yo
simplemente digo lo que creí y te preguntaba algo…
-Lo que pasa es que nadie cree en esta casa lo que
yo digo, o hago… no me toman en serio –dijo ella, sollozando.
-¿De qué estás hablando…?
-De todos: tú, la señora Marta, Matías…
-¿Matías? –preguntó él, sonriendo-. Matías tiene apenas
tres años y ya no te cree…
-Ves que no me tomas en serio.
-¿Pero es que cómo Matías…?
-¡Pues es verdad! –dijo ella, sentándose en la
cama-. Hoy mismo él quería que lo llevase nuevamente al parque…
-¿Matías? –interrumpió él.
-Sí, Matías… Yo estaba en la habitación ordenando
esas ropas que siempre confunde la señora Marta y entonces entró Matías y quiso
que lo llevara al parque…
-¿Y qué hay de malo en eso? –preguntó él,
sentándose también en la cama, y buscando un cigarrillo.
-Nada, no digo que sea malo –se defendió ella-.
Pero habíamos ido antes y él insistía en ir de nuevo así que le dije: “Cariño,
mamá tiene cosas que hacer esta tarde”…
-¿Tú le dijiste eso a Matías?
-Sí. Con esas mismas palabras: “Cariño, mamá tiene
cosas que hacer esta tarde”.
-¿Y? ¿Qué ocurrió luego?
-Ocurrió que él me miró como si le mintiera –explicó
ella-, y siguió insistiendo en ir al parque, mientras yo le seguía diciendo que
tenía cosas que hacer…
-¿Y por qué no lo llevó la señora Marta?
-¡Ese no es el punto! ¡¿No entiendes…?! Matías no
me creía, y hasta me preguntaba cuáles eran esas cosas que tenía qué hacer…
-Vamos, no te pongas así… -dijo entonces él,
rodeándola con un brazo.
-Tú tampoco entiendes… yo tengo cosas qué hacer –dijo
ella, nerviosa-, es decir, estaba ordenando las ropas… y además, tengo derechos…
¿qué pasa si no quiero ir al parque, por ejemplo? ¿Qué pasa si simplemente no
quiero…?
-Pues no vas, eso pasa.
-No. No pasa eso y tú lo sabes. Pasa que como
Matías es mi hijo y es pequeño siento que estoy obligada, y me siento culpable…
-Matías es nuestro hijo, querrás decir… mira,
mañana si te pide ir al parque le dirás que espere, y cuando llegue en la tarde
ya lo sacaré yo y…
-¡No es eso…! –gritó ella, nerviosa-. Es
simplemente que pueda ser que de verdad
me sucedan cosas… que de verdad esté
dormida, o que de verdad tenga cosas
que hacer… ¿No te das cuenta que se siente como la mierda que los demás no te
vean de verdad y te cuestionen todo…?
-Entiendo, cariño… -dijo él, abrazándola-, entiendo…
Ella lloró entonces por un momento, y hasta le
enterró las uñas en un brazo, pero se calmó a los pocos minutos.
Él, en tanto, tenía un cigarro en la mano, pero con
aquel malentendido no había podido encenderlo.
-¿Y tú…? –dijo entonces ella, más calmada- ¿No me
preguntabas por un lugar?
-Eh… sí –dijo él, recordando-. Estaba soñando con
un lugar llamado Sitka.
-¿Sikta?
-No, Sitka… lo veía incluso escrito en un cartel, a
lado de unos árboles…
-¿Y era hermoso el lugar?
-Sí –dijo él-. Tranquilo… árboles, agua…
-¿Y estábamos nosotros? –preguntó ella,
abrazándolo.
-Sí, estabas tú… y Matías… y hasta la señora Marta…
-mintió él.
Por último, abrazados, ambos volvieron a recostarse
y cerraron los ojos, fingiendo dormir.
Pocos minutos después, sin embargo, se durmieron
realmente.
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