lunes, 7 de mayo de 2012

Cariño, mamá tiene cosas que hacer.





-¿Dónde está Sitka? –dijo él.

-¿Qué…?

-¿Dónde está Sitka? –insistió.

-¿De qué estás hablando?

-De Sitka… estaba soñando con un lugar que se llama Sitka…

-¿Y tú supones que tiene que existir ese lugar…?  -alegó ella- ¿Despertarme sin razón y además que exista ese lugar…?

-Estabas despierta, no finjas… -dijo él- ¿No te suena el nombre a algo conocido?

Ella volvió a voltearse en la cama, sin contestar.

-¿Qué sucede? –preguntó él.

-Sucede que no finjo –dijo ella-. No sé por qué mierda dices eso.

-¡Vamos…! No puedes molestarte por eso… Yo simplemente digo lo que creí y te preguntaba algo…

-Lo que pasa es que nadie cree en esta casa lo que yo digo, o hago… no me toman en serio –dijo ella, sollozando.

-¿De qué estás hablando…?

-De todos: tú, la señora Marta, Matías…

-¿Matías? –preguntó él, sonriendo-. Matías tiene apenas tres años y ya no te cree…

-Ves que no me tomas en serio.

-¿Pero es que cómo Matías…?

-¡Pues es verdad! –dijo ella, sentándose en la cama-. Hoy mismo él quería que lo llevase nuevamente al parque…

-¿Matías? –interrumpió él.

-Sí, Matías… Yo estaba en la habitación ordenando esas ropas que siempre confunde la señora Marta y entonces entró Matías y quiso que lo llevara al parque…

-¿Y qué hay de malo en eso? –preguntó él, sentándose también en la cama, y buscando un cigarrillo.

-Nada, no digo que sea malo –se defendió ella-. Pero habíamos ido antes y él insistía en ir de nuevo así que le dije: “Cariño, mamá tiene cosas que hacer esta tarde”…

-¿Tú le dijiste eso a Matías?

-Sí. Con esas mismas palabras: “Cariño, mamá tiene cosas que hacer esta tarde”.

-¿Y? ¿Qué ocurrió luego?

-Ocurrió que él me miró como si le mintiera –explicó ella-, y siguió insistiendo en ir al parque, mientras yo le seguía diciendo que tenía cosas que hacer…

-¿Y por qué no lo llevó la señora Marta?

-¡Ese no es el punto! ¡¿No entiendes…?! Matías no me creía, y hasta me preguntaba cuáles eran esas cosas que tenía qué hacer…

-Vamos, no te pongas así… -dijo entonces él, rodeándola con un brazo.

-Tú tampoco entiendes… yo tengo cosas qué hacer –dijo ella, nerviosa-, es decir, estaba ordenando las ropas… y además, tengo derechos… ¿qué pasa si no quiero ir al parque, por ejemplo? ¿Qué pasa si simplemente no quiero…?

-Pues no vas, eso pasa.

-No. No pasa eso y tú lo sabes. Pasa que como Matías es mi hijo y es pequeño siento que estoy obligada, y me siento culpable…

-Matías es nuestro hijo, querrás decir… mira, mañana si te pide ir al parque le dirás que espere, y cuando llegue en la tarde ya lo sacaré yo y…

-¡No es eso…! –gritó ella, nerviosa-. Es simplemente que pueda ser que de verdad me sucedan cosas… que de verdad esté dormida, o que de verdad tenga cosas que hacer… ¿No te das cuenta que se siente como la mierda que los demás no te vean de verdad y te cuestionen todo…?

-Entiendo, cariño… -dijo él, abrazándola-, entiendo…

Ella lloró entonces por un momento, y hasta le enterró las uñas en un brazo, pero se calmó a los pocos minutos.

Él, en tanto, tenía un cigarro en la mano, pero con aquel malentendido no había podido encenderlo.

-¿Y tú…? –dijo entonces ella, más calmada- ¿No me preguntabas por un lugar?

-Eh… sí –dijo él, recordando-. Estaba soñando con un lugar llamado Sitka.

-¿Sikta?

-No, Sitka… lo veía incluso escrito en un cartel, a lado de unos árboles…

-¿Y era hermoso el lugar?

-Sí –dijo él-. Tranquilo… árboles, agua…

-¿Y estábamos nosotros? –preguntó ella, abrazándolo.

-Sí, estabas tú… y Matías… y hasta la señora Marta… -mintió él.

Por último, abrazados, ambos volvieron a recostarse y cerraron los ojos, fingiendo dormir.

Pocos minutos después, sin embargo, se durmieron realmente.

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