Hoy quiero contar algo sencillo que me ocurre tras
algunos sueños.
No porque sea gran cosa sino porque sinceramente
siento, tras soñarlos, que algo ha cambiado, o que he abierto los ojos en un
lugar equivocado.
Podría contar un sinnúmero de historias, pero me
remitiré posiblemente a tres –aún no elijo cuáles, por cierto-, que espero
ayuden a explicar la sensación sin complicarme ni aburrirlos demasiado.
Lo primero me ocurría de pequeño, en un periodo en
que vivía solo con mi madre –mi padre estaba en Venezuela, en ese entonces-, y
en que no debo haber tenido más de 3 o 4 años.
Pues bien, ocurrió entonces que entre muchas cosas
realmente raras que ocurrían –sueños terribles en una casa extraña, chorros de
agua que aparecían en la pieza y una serie de cosas terribles de las que no quiero
hablar-, comencé a tener unos sueños donde estaba seguro, había más realidad de
la debida. Es decir, comencé a sentir que parte de aquellas experiencias podían
tener un efecto luego de despertar y
comencé a jugar con eso.
Por ejemplo, una vez durante un sueño cambié los
colores de un dibujo que estaba en la pieza de mi madre, justamente para
asegurarme de los “poderes” que tenía en el sueño. Así, cuando ella despertó y
yo se lo indiqué, ella me miró perpleja, aunque sin creerme demasiado. Luego,
sin embargo, para comprobarlo, le mostré como ninguno de los lápices de colores
con los que había dibujado correspondía a los del dibujo… aunque claro, siguió
dudando.
Con todo, hice lo mismo varias veces, pero siempre
mi madre parecía olvidar la vez anterior, o fingir que lo hacía… Yo, en tanto,
que escribía desde muy pequeño, lo escribí con letras torpes en un cuaderno de
croquis que tenía, y hasta vi el escrito por última vez, hace algunos años,
mientras revisaba cosas viejas.
Ella sabe que
hago cambios, decía en ese papel, aunque no sé realmente si en esa frase, me
estaba refiriendo a mi madre.
¡Qué lata hablar de esto, claro… pero ya empecé y
no hay vuelta!
Salvo unas cuantas fintas y jugar a esquivar un
poco, porque es peligroso hablar de lo que no debe decirse.
El pecho se quiebra como si fuese una nuez y
empieza uno a temblar y a recordar cosas.
Una vez, por ejemplo, mientras se me revelaban
cosas en otro sueño, quise poner una pista evidente en la realidad, para
recordar que podía transformarla…
así, elegí algo lo suficientemente absurdo como poner al actor de Terminator
como gobernador de Los Ángeles… pero es imposible que alguien me crea, claro
está… y cada vez que intentado contarlo termina pareciendo un chiste…
Otra cosa que hice, por ejemplo, fue hacer reales
los caballitos de mar, o que los unicornios pasaran a ser seres míticos… pero
cada vez que despierto los otros
parecen haberse adelantado a mis decisiones, y todo así resulta absurdo, en mis
palabras.
Una vez, incluso, decidí despertar junto a una ex pareja,
justo en el momento de una despedida que terminaría siendo la última... Es
decir, nosotros “en realidad” ya habíamos terminado, pero a través del sueño
transformé algunas cosas y ahí estábamos nuevamente. Ella no lo sabía, pero yo
sí y todo fue terriblemente triste. La miré sabiendo que aquello que podíamos
querer no se iba a cumplir, y que todos esos sentimientos, ya desgastados, iban
a terminar de deshilvanarse por completo…
Con todo, esa es la única vez que me he atrevido a
involucrar mis sentimientos en aquellos sueños. De hecho, eso que ocurre en ellos
es algo que se me olvida y que incluso me perturba, cuando lo hablo.
Por otro lado, intentar otras soluciones más
drásticas y aparentemente necesarias –como acabar con el hambre en el mundo,
por ejemplo, o con las guerras, y todo a esa escala-, es una cuestión que de
solucionarse, estoy seguro no debe hacerse de esta forma.
No por milagro, no por desaparecerlas sin más, me
refiero.
De hecho, nuestros errores –aunque aquí hablo sobre
todo por mí-, vuelven a aparecer una y otra vez y en muy pocas oportunidades
esos cambios me han llevado sentirme mejor en algún aspecto.
¡Uff…! ¡Cuántos desvíos…!
Mejor intento un cierre y así todos descansamos un
poco.
Pues bien: una vez memoricé de un manual de
catecismo, la respuesta a una pregunta básica: “¿Por qué Dios permite el mal?”.
Y claro, la respuesta era “Dios permite el mal, para
obtener un bien, del mal mismo”.
Así, finalmente, me gustaría decir que esta “posibilidad
de transformación” es en el fondo algo sencillo y hasta hermoso… pero no sería
cierto.
Y disculpen este enredo, pero no me es permitido
decir más, de lo que he dicho.
S echamos manos del baúl de los sueños, la liamos. Desde la infancia es otro mundo confuso con el otro ¿cual?
ResponderEliminarBesito.
Es complicado, pero por lo mismo resulta inevitable mantenerse curioso
ResponderEliminarhttp://vian-ordenarlabiblioteca.blogspot.com/2011/05/vian-el-que-suena-al-mundo.html
ResponderEliminaruups. parece ser una estafa. es decir, me plagié a mí mismo. lo impresionante es que no me acordaba. al menos sirve para comprobar que algo extraño ocurre con aquello. y que aunque las historias de aquí parezcan inverosímiles, no sé mentir en el fondo de ellas.
ResponderEliminarY MAE! diriamos aca en Costa Rica! te traiciono el inconsciente o ya te convertiste como en la cancion de Cerati Dejavu, en donde dice que esta cancion ya se escribio! :O! impresionante
ResponderEliminarY lo peor es en el mismo mes y todo, casi con 1 semana de diferencia! Ya me dio un poco de miedo, debo confesar :S
ResponderEliminarsip, da un poco de iedo, pero también risa... saludos.
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