Voy en un taxi que me lleva a la institución donde debo hacer una clase, esta tarde. Sin embargo, apenas meternos en la
carretera, nos encontramos atrapados en un atasco que parecía durar kilómetros.
-Tráfico de mierda –comentó el chofer-. No hay nada
peor que quedarse metido en un atasco… o en un taco, como les dicen acá… ¿estás
muy apurado vos?
-Eh… no… -dije cerrando el libro que estaba
hojeando-, no en realidad…
-Te lo digo porque esto se ve que va a durar un
tiempo largo y vas a tener que hacerte el ánimo… además acá en la carretera no
hay cómo salir cuando te atascas…
-No hay problema –comenté-, además voy con dos
horas de adelanto.
-Pues no es tanto si considerás el quilombo que se
está armando –dijo mientras se asomaba por la ventana-. Para mí esto es
terrible, sabés... más que para el resto, al menos.
-…
-Me refiero a que acostumbrado a la velocidad de
las carreras esta quietud me desespera –explicó.
-¿Participaba en carreras?
-Sí, era piloto… -me dijo sacando una foto que
llevaba en la billetera, donde se veía un hombre encaramado en un podio.
-¿Es usted? –le pregunté.
-¡Claro que soy yo! –exclamó-, y tengo varias de
esas fotos recibiendo premios… yo era de los buenos, sabés… ¿no te imaginás
cómo me decían?
-Eh… no… no se me ocurre.
-Pues me decían Schumacher-me dijo orgulloso-.
Schumacher…
-Debe haber sido rápido, entonces…
-¡Entonces y todavía! –exclamó-. Mirá que todavía
me invitan a correr cuando me doy unas vueltas entre los míos…
-…
-No es que sea llegar y correr, de todas formas… pero
es que esto de quedarse quieto no es lo mío…
-¿Quieto acá en el taco?
-Y quieto sin correr, también… ¿sabés qué sueño
respecto a eso?
-Eh… no… no sé.
-Pues soñé que estaba así como ahora, detenido…
solo que esa vez era justo frente a un semáforo que no cambiaba de luz, y me
apuntaba siempre en rojo…-, y así hasta que la angustia te invadía y te hacía
esperar algo que desesperaba todavía más…
-…
-¿Acaso no pensás que la muerte es eso?
-¿Qué cosa?
-Eso: un semáforo en rojo –me explicó-. O sea, vos
te mueres y te quedás detenido, como esperando algo…
-Pues sí… puede ser algo así –le concedí, aunque
sin pensarlo demasiado.
Así, fueron pasando los minutos y la hilera de
autos no avanzaba.
-A veces cuando estoy metido en estos atascos me
imagino que estoy muerto –me dijo entonces el hombre-. Y me desespero un poco
hasta poder darme cuenta que sigo vivo, y que los demás lo notan… ¿vos me ves
vivo, cierto?
-¿Eh…?
-¿Si te parezco vivo…? O sea, cuando me mirás o
escuchás, ¿podés asegurar que estoy vivo? ¿Te doy esa impresión?
-Eh… sí, yo creo que sí…
-Pues yo no –dijo él-. Yo estoy seguro que en esos
ratos estoy muerto… o peor: que en esos ratos estoy dejando de estar vivo, y
que así se acerca el momento en que ya no pueda volver a estarlo…
-…
-¿Suena estúpido, cierto?
-Eh, no tanto… si hasta es normal, supongo…
-¿Pero a ti te pasa?
-Mmm… no, creo que no… aunque de todas formas
supongo que es uno el que debe fijar los requisitos para saberse vivo.
El hombre guardó silencio, quizá para pensar un
poco, pues pareció concentrarse y hasta arrugó la frente.
Sin embargo, antes de escuchar sus conclusiones,
comenzaron a oírse en la carretera unos chillidos extraños, hasta que de
improviso, vimos un par de cerdos pasar por los costados del taxi.
Se trataba de dos animales inmensos, que corrían
tropezándose y dando gruñidos, sin explicación alguna, entre los autos.
-Esos sí que están vivos –fue el comentario que
hizo Schumacher, al respecto.
Por mi parte, y a modo de conclusión, yo
simplemente guardé silencio y volví a tomar mi libro.
De lejos, en tanto, seguían sintiéndose los gritos
de los chanchos, entre el silencio de los motores apagados.
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