martes, 1 de mayo de 2012

Canibalismo para principiantes.


 “Si aún con esto no me oyereis,
sino que procediereis conmigo en oposición,
yo procederé en contra de vosotros con ira
y os castigaré aún siete veces por vuestros pecados.
Y comeréis la carne de vuestros hijos,
y comeréis la carne de vuestras hijas.”
Levítico 26; 27-29.


No es una apreciación unánime, la que se refiere al sabor de la carne humana.

Sin embargo, no es el sabor lo que nos lleva a comer de ella.

Usted mismo, si se ve tentado a probar, ha de saber ya a qué me refiero.

Y es que los que sentimos verdaderamente esta necesidad, podemos dar fe de que aquello que ansiamos no es precisamente la carne, sino que, por el contrario, buscamos aquello que no es comible, bajo ese desperdicio.

Porque es desperdicio la carne, aunque nos cueste admitirlo.

Es decir, no es cáscara que revela la pulpa, ni pulpa que revela la semilla…

La carne humana es desperdicio, sin más.

Por eso comerla casi es un alivio, y hasta el único acto de purificación verdaderamente noble que podemos hacer hacia quienes nos rodean, o hacia nosotros mismos.

Así, si es usted principiante, ante todo pierda el miedo.

Será simplemente como comer un globo, o masticar el cartón que da forma a una caja vacía.

Yo lo comprendí incluso en mi primera experiencia: nunca se puede llegar a comer verdaderamente a otro.

Por esto, todo intento que persiga este objetivo será vano y resultará decepcionante, además, para quien lo intente.

Con todo, decía que la experiencia del canibalismo es un acto esencialmente noble, justamente porque contiene la pureza de aquel que lo hace movido por un hambre que sabe, de antemano, no puede ser saciada.

Por eso, aunque distintas opiniones se contradigan a la hora de describir su sabor, lo único certero es que es amarga, y que viene a alimentar a una verdad que suele tener una existencia débil, en nuestro sistema de creencias.

Y es que el consumo de carne humana solo viene a confirmarnos, finalmente, que estamos solos, y que solo nos tenemos a nosotros mismos.

Puede parecer algo triste, en apariencia, pero amar la vida y hasta a los otros, después de saber aquello, es justamente lo que valida y ennoblece aquellos sentimientos.

Se los digo sinceramente y sin metáforas de por medio.

Ese es el secreto del verdadero canibalismo.



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