Debo entrevistar a un apoderado porque, entre otras
cosas, su hijo trajo un hámster al colegio provocando algunos inconvenientes.
-Yo siempre le advertí que ese hámster lo metería
en problemas –me dice la madre, apenas llega-, lo vengo hablando de hace tiempo,
pero usted ya sabe cómo es de insistente y además están esas caritas de
necesitado que pone mientras da vueltas en la rueda…
-Disculpe –la interrumpo-, ¿de quién me está
hablando?
-De Luigi –contesta-, el hámster, por supuesto… Lo
trajo mi marido, hace unos meses, en una caja gris en la que venía pegado hasta
el precio… pero claro, al final es una la que debe poner reglas ya que el papá solo
trajo el bicho y una jaula y ya está…
-Señora, disculpe… -vuelvo a interrumpirla-. Pero
lo del hámster es solo un tema puntual, yo en realidad quería hablarle…
-Pero es que es un gran tema –se adelanta la
madre-, si supiera las veces que hemos discutido a partir de ese animal… las
infecciones y todas esas cosas que transmiten… para mí fue realmente un
suplicio el aceptarlo, pero claro, puse al menos una regla en claro, ¿sabe cuál
es esa regla?
-Eh… no, no sé, pero…
-Que nadie toque al hámster. Esa es la regla.
-De acuerdo, buena regla, pero respecto a su hijo…
-A mi hijo no le gustó nada, por supuesto –me
interrumpe-, usted debe conocer a los niños, basta una mala influencia y el
hijo que siempre fue un ángel se transforma por completo…
-¿Se refiere a…?
-A mi hijo, obviamente, y a la mala influencia que
ha sido Luigi, para él… Antes no era así, ¿no cree? A veces pasa tanto tiempo
mirando a ese animal… yo creo que está estresado…
-¿Su hijo?
-No, Luigi… me refiero a esos movimientos, las
vueltas en la rueda… ¿alcanzó usted a verle la cara a Luigi?
-¿La cara?
-Sí, la cara, es que tiene rostro de estresado…
imagínese verlo todo el día así… la misma rutina… si hasta a una lo estresa… Sé
que es una vida difícil, claro, no lo culpo… De hecho, la rutina también me
llega, pero yo al menos me doy el tiempo y tomo vacaciones… ¿le conté qué pasó
cuando quise dejar a Luigi libre?
-No.
-Bueno, le cuento, es que un día me dio pena Luigi,
en su jaula… y además estaba eso del mal olor y de los ruidos en la noche así
que me decidí a dejarlo en libertad… pero ¿sabe usted dónde se puede dejar en
libertad a un hámster?
-Eh…
-Nadie sabe, profesor… Además uno da vuelta la
jaula y los hámster se quedan quietos, como asustados, y como la regla dice que
no hay que tocarlos ni siquiera una puede arrepentirse y regresarlo… Y es que en
la vida real no hay ruedas y esas cosas para jugar, y el hámster moriría probablemente
de inmediato…
-Claro, tiene usted razón, pero ahora, si me
permite…
-Yo creo que esa vez tuve la culpa, porque le permití
a mi hijo que tomara a Luigi envolviendo su mano en una tela… fue como romper
una regla, ¿no cree…?
-Puede ser, pero…
-Es decir, yo pensé que eso no contaba como
tocarlo, porque no era directo… pero claro, a veces sentir al otro ya es
tocarlo, y entonces me equivoqué… ¿No ha pensado usted nunca en estas cosas?
-¿En qué cosas?
-En cómo nos transforma tocar esas cosas vivas
llenas de infecciones…
-¿Los hámsters?
-No solo los hámsters, profesor… pero claro, en el
caso de mi hijo sí… yo creo que lo transformó…
-¿Y respecto al rendimiento académico? ¿Está usted
enterada de sus notas…?
-Las intuyo perfectamente, profesor… y entiendo las
razones e interiormente discuto una y otra vez con mi hijo, pero al final no
hay resultado…
-Quizá si lo dejara de hacer interiormente y lo
hiciera en realidad…
-Sería lo mismo, profesor… sería como subirse a la
rueda de Luigi, ¿no cree…? Mi hijo se deja influenciar por el hámster, usted me
manda llamar, yo vengo… siempre es así, y al final todos daríamos vueltas en la
rueda…
-¿Y cuál sería su opción para mejorar la situación?
-Deshacernos de él, por supuesto –me contesta, tras
pensarlo un poco.
-¿Deshacernos de su hijo?
-No profesor, cómo cree… de Luigi… Y habría que
hacerlo antes que mi hijo lo toque directamente, sin telas de por medio… ¿Por
qué hoy no lo tocó directamente, cierto?
-Eh, creo que sí, para ser sincero… de hecho, le
mordió la mano a él y a otros dos compañeros…
-¡¿Lo ve…?! Ve que es Luigi…
-Bueno… sí, pero…
-Y además rompió la regla… -insiste-, eso ya es
grave ¿no cree?...
-Usted debiese determinar eso, señora, pero también
hay otras cosas…
-Pues si yo determino, entonces digo que es grave,
y condeno a Luigi.
-¿Cómo…?
-Que condeno a Luigi… lo sacaré de la jaula y lo
dejaré en medio del patio para que él decida lo que haga… sí, es lo mejor…
gracias profesor…
-Pero si yo…
-Gracias, no sea modesto, sin usted no hubiese podido
resolverlo. Ya va a ver cómo mi hijo vuelve de a poco a ser el mismo que era
hasta antes de tocar al hámster… ¿tengo que formar algo?
-Eh… no, pero…
-Nada, ya le dije que todo se solucionará… ahora lo
dejo, en todo caso, porque estoy atrasada y supongo que usted también… disculpe
que sea así, y que me despida de lejos, pero ya le dije que no siento bueno eso
de tocar a otros cuando no es necesario… ¿qué cree usted…?
jajaja para todo lo que se quiera evitar tratar hay buenas excusas, si se tienen talento para buscarlas!
ResponderEliminarUn abrazo.