viernes, 9 de marzo de 2012

Niebla en Nínive.


I.

-Era como un pájaro –me dijo-, no por ir de un lado a otro y esas cosas sino por costumbres que podríamos nombrar como fisiológicas…

-¿Costumbres fisiológicas?

-Sí –continuó-, pero es difícil explicarlo de buenas a primeras así que me gustaría si es posible desviarme del tema.

-¿De qué tema? –pregunté-. Yo aún no entiendo bien sobre qué estamos hablando.

-Pues es mejor así… Todo es más fácil de abordar cuando se hace por sorpresa… ¿le gusta a usted el nombre “Asurbanipal”?

-¿Asurbanipal…?

-Sí, Asurbanipal… ¿le gusta?

-Mmm… sí, quizá sí… per no sé qué tiene que ver con todo esto.

-Tiene que ver –afirmó-. Y además nos vincula pues a mí también me gusta el nombre. De hecho, poco antes de hablar con usted yo grité ese nombre varias veces, hasta que usted se volteó.

-¿Yo me voltee?

-Claro, pero fingió no hacerlo, y al final se contuvo.

-¿Entonces usted cree que yo soy Asurbanipal?

-Ja, ja… no, cómo cree, tendría que estar loco…

-¿Y entonces?

-Entonces nada. Hablamos simplemente… Es decir, yo me acerqué y hablamos… ¿le gusta el nombre “Kandalanu”?

-No voy a responder eso… creo que es demasiado absurdo…

-Eso es porque no le gusta y con eso ya me ha respondido…

-¿Y ahora va a decirme que gritó ese otro nombre varias veces y yo nuevamente me voltee?

-Pues no… Kandalanu no es un nombre para gritarse…

-Espere –lo interrumpí-, no sé muy bien qué hago conversando con usted ni mucho menos entiendo de qué hablamos, pero esto ya se vuelve demasiado absurdo…

-Ella era como un pájaro –dijo entonces, cambiando el tono-, ella era como un pájaro que andaba en una biblioteca…

-¿De qué habla?

-Ella era como un pájaro que anidaba en una biblioteca de textos cuneiformes –insistió-. Y puso un huevo…

-Discúlpeme, me tengo que ir… -agregué, pero él me sujetó de un brazo.

-Tengo el huevo –dijo entonces-. Y el huevo lo está esperando.


II.

No sé bien por qué lo seguí.

Es decir, no lo hice por las palabras o lo que había dicho, pero lo cierto es que después de casi dos horas nos detuvimos ante un edificio viejo.

-¿Aquí está el huevo? –le pregunté.

-No –respondió-. Eso sería estúpido.

-¿Y por qué vinimos hasta acá?

-Solo quería caminar –me dijo-. Y pensé que usted también quería…

-¡Yo quería irme…!

-Y eso fue lo que hicimos...

-¡No me refiero a eso…! –agregué, molesto-. No quiero saber nada de historias extrañas ni huevos ni nombres antiguos…

-Asurbanipal no es antiguo… -alegó-, pero más allá de eso creo que usted está evadiendo su responsabilidad…

-¡¿Responsabilidad de qué…?!

-¿No sabe acaso de qué es responsable?

Yo negué con la cabeza.

Por último, él se metió la mano a un bolsillo. Y me entregó un huevo.


III.

Debo admitir que una vez en casa, pensé en empollar el huevo.

Sin embargo, me acordé del chiste de un hombre que se encuentra una cuenta de electricidad y va a pagarla… y comprendí que lo de empollar el huevo, era aún más absurdo.

Luego, busqué información sobre Asurbanipal y tomé algunos apuntes.

Así, haciendo sumas y restas de las acciones del día, tuve miedo de quedar en cero.

Y claro… el miedo se concretó.

Fue entonces que en vez del huevo, decidí que bien podía empollar el cero.

Y nació este texto.

2 comentarios:

  1. Fue bueno, entonces, que te hayas topado con el tipo! jejeje

    un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Piedad para nosotros que exploramos las fronteras de lo irreal"

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales