“Conquistamos todo el mundo
antes de levantarnos de la cama,
pero despertamos y él es opaco,
salimos de casa y es la tierra entera…”
Álvaro de Campos.
Quien realmente me conoce sabe que cierro las puertas desde dentro. Que mi caligrafía es rápida. Y que me cuesta respirar.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con las casas, un corazón cerrado desde dentro, puede ciertamente estar vacío.
Por esto, quien pase por fuera y diga que las ventanas se empañan, o que escuchó un ruido dentro, miente de una forma tan burda, que avergüenza.
Y es que todo ahí está en silencio.
Los recuerdos tapados por sábanas blancas, las cortinas cerradas… en fin, todo en pausa y a resguardo, como el cuarto de un hijo muerto.
Pero claro, hay quien cree incluso en el regreso de los muertos.
Hoy mismo, por ejemplo… pero era un muerto extranjero… y no entendí sus palabras.
Así, todo lo que dijo se fue apilando, como si fuese ropa sucia.
¡Y toda su ropa estaba sucia…!
Además, me dije, yo no tengo por qué lavar sus palabras.
Fue entonces que vinieron otros y me preguntaron si esas prendas estaban a la venta, y yo asentí.
Y claro, todo se volvió de esta forma, una absurda tienda de disfraces.
Y es que no sé gran cosa de la vida, pero he aprendido que las palabras le vienen bien a cualquiera y que muy pocos hacen realmente un distingo.
Por eso bajé el telón. Por eso está todo en venta. Y por eso cierro desde dentro.
Quien realmente me conoce sabe a qué me refiero.
De eso se trata.
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