“No podemos poner orden en nosotros mismos
liberándonos de lo que no tenemos,
porque con esto solo crearíamos el vacío,
y el vacío no es el orden ni la pureza”.
Henri Matisse
Parece obvio. Pero nunca está de más recordar que solo podemos liberarnos de aquello que no forma parte de lo que somos.
Es obvio, decía, pero también es cierto que algunos lo olvidan y terminan por proteger aquello que es tan poco esencial que resulta más difícil retenerlo, que extraviarlo.
Más allá de esto, sin embargo, creo que lo realmente primordial es llegar a poner orden en nosotros mismos. Pero no se trata de ubicar todo aquello que tenemos en nuestras “repisas internas”, sino de arrojar fuera todo aquello que nunca tuvimos realmente. Eso que pensamos poseíamos, pero en verdad solo estuvo aquí de paso. De visita.
Pues bien, eso que les digo me lo recuerda hoy un amigo, mientras regala sus libros, sus ropas, y hasta su bigote, que había cultivado por varios años.
-A ti te dejé el bigote –me dice, como si se tratase de una valiosa herencia.
Entonces yo lo recibo, y veo como los otros se llevan las pocas cosas de valor y al menos trescientos volúmenes de primeras ediciones de novelas europeas, que coleccionaba desde hace años.
¿Pero qué mierda se supone que haga con el bigote?, pienso, mientras escucho a mi amigo hablar sobre su vida futura.
Así, él nos explica que debe abandonar todo para encontrarse a sí mismo, y nos agradece encarecidamente por haberlo ayudarlo en aquel proceso.
Luego, todos le deseamos lo mejor y nos vamos con las que fueron sus cosas, pensando en lo que realmente debimos hacer cuando escuchamos ese gran montón de mentiras.
Y es que en verdad, poco va a lograr mi amigo ese.
Y no lo digo dolido por haber recibido el bigote, sino porque de cierta forma lo estimo lo suficiente como para no decirle que cualquier búsqueda de orden interno requiere una serie de otros pasos y sacrificios mucho más grandes:
Arrancarse el brazo izquierdo, inutilizarse los meñiques o quitar los bolsillos de cada una de nuestras prendas, por dar algunos ejemplos.
Y es que solo así –si realmente está hablando en serio-, podrá dar un pequeño paso hacia la idea de “pureza” que tanto dice necesitar, para renovarse a sí mismo.
¡Pobre amigo mío…!
Guardaré el bigote en formol, mientras tanto, hasta que vuelva desesperado a buscarlo y decirme que no era tan fácil reconocer lo que somos, como creía en un inicio…
Mmm…
Eh…
¿No vuelves de tu aventura, todavía?
¡Valiente amigo mío…!
Ten suerte y ojalá me demuestres, sinceramente, que estoy equivocado.
=D
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