Igual que un perro con un hueso, tomo una palabra y voy a enterrarla al fondo del patio.
Nadie me ve cuando lo hago. Todo es secreto. Y es de noche.
Además, si soy honesto, nadie extraña esa palabra.
Así, me pregunto si el mundo puede llegar a ser distinto, cientos de años después, tras la ausencia de uno de sus signos.
¿Será tan importante, una palabra?
¿Cuál será la diferencia que puede hacer la utilización de un simple vocablo?
¿Existirá alguna relación entre el tipo de palabras que utilizamos y la forma que vamos tomando, interiormente?
Eso pienso mientras entierro la palabra.
Algunos pueden pensar que soy ocioso, claro, y yo no me defiendo.
Yo simplemente dejo que ellos hablen y me preocupo de cavar cada vez más profundo.
Y es que yo elegí esa forma.
Es decir, escogí intentar moldearme yo mismo.
Preferí no andar con palabras como cadáveres, a rastras, cuando ya nada significan.
Y elegí también, por último, sacrificar palabras todavía vivas, para que no sufran esa muerte lenta de aquel significado en que ya nadie cree, y que se ve despojado de su sangre, hasta secarse solo.
Y es que supongo, que todos tenemos el derecho de al menos intentar cambiar el mundo.
No importa cuál sea, para esto, la forma que escojamos.
Donde dice "intentar cambiar el mundo" lease "intentar cambiar el mundo, que somos nosotros".
ResponderEliminarInteresante blog, sobre todo por tu acotación y por la bonita imagen de enterrar una palabra.
ResponderEliminarMe pasearé por aquí mas seguido, un abrazo.