viernes, 16 de marzo de 2012

La máquina de moler carne.


Yo lo digo porque la vi. Funcionaba de noche y el ruido era casi imperceptible. Era armable. Cuatro o cinco piezas de un metal que se veía antiguo. Todo era manual, además. Nada de electricidad ni otras fuentes. Solo había una manilla. Una pesada manilla que las mujeres se turnaban para girar. Estaba forrada con goma negra. Algunas mujeres usaban guantes. Todas tenían mascarillas. No era fácil reconocerlas pues trabajan en penumbras. Supongo que esa es una de las reglas. Nadie habla. Nadie comenta nada. Ninguna intercambia frases sobre sus hijos ni cotidianeidad alguna. Aquí se trata de moler carne. Y cuando se muele carne no se requiere nada más. Tampoco es necesario saber de dónde proviene esa carne. Ni para qué se muele. Ni que se hace con lo que se produce. Cuando te acercas te das cuenta que tararean una especie de canción. Pero no hay letra. Solo un ritmo que es como el latido de un corazón que también se está moliendo. Un poeta diría que molían secretamente el corazón del mundo. Pero no creo que esa carne fuera exactamente de eso abstracto que acostumbramos llamar “mundo”. Esa carne había tenido un día piel encima. Y si no arrojaba más olor era solo porque otras mujeres arrojaban un polvo blanco sobre ella. Supongo que era un químico. Me pareció que en esa labor estaban las mujeres más pequeñas. Las otras eran derechamente mujeres viejas. Todas eran del sector. Se reúnen en secreto. Se organizan. Luego muelen carne. Con tal convicción que tras verlas me pareció que aquello era una labor absolutamente necesaria. Oscura, es cierto, pero necesaria. Si fuese otro tiempo quizá quemarían a estas mujeres. Pero ellas seguirían haciéndolo. Estoy seguro. Mi madre también estaba. Todas las madres estaban. Quizá no todas ante la misma máquina, pero esta debe ser una labor organizada. El mundo está lleno de estas máquinas, no hay duda. A veces hay mujeres que comentan su existencia, pero todo está lejos, finalmente, de la sospecha. Así, las máquinas siguen moliendo. Siempre en la oscuridad. Están a salvo porque nadie cree en ellas. Por eso existen. Con Dios, en cambio, sucede lo contrario. Exactamente lo contrario, si lo pensamos bien.

2 comentarios:

  1. "Moler secretamente el corazón del mundo". Explicaría muchas cosas. Mi abue también se sabía esa canción.

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  2. Para mí no son mujeres, son más bien políticos y economistas y banqueros y militares y abogados y especuladores...sin diferencia de género, claro.

    buen fin de semana.

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