jueves, 13 de octubre de 2011

Huellas de un pequeño cocodrilo.

.
I.

Una vez intenté acariciar
un cocodrilo pequeño
y descubrí que no se podía:
donde fueras a poner la mano
él intentaba morderte.

Por suerte,
en un momento pude entender
que la única manera de acariciarlo
era dejar que te clavara los filosos dientes
sin retirar la mano
y mirarlo con cariño.

Luego él deja de morder
y sus ojos te acarician.


II.

Lamentablemente,
no somos tan sabios
como los cocodrilos.

Además está el problema
de que acostumbramos cuidarnos
de la forma equivocada.

Y ante el dolor nos volvemos fuertes.

Y a veces no hay regreso.


III.

Así,
miro a los hombres caminar
por las calles llenas,
y distingo en cada uno
un niño pequeño
y asustado
que clava en sí mismo
sus propios dientes.

Con todo,
carecemos a veces del afecto necesario
para mirarnos con amor
a nosotros mismos
y transformar en semilla

aquel daño.


IV.

Aún tengo en mis manos
pequeñas huellas
de los dientes de ese cocodrilo,
pero no son esas las huellas
que han perdurado en mí
con mayor nitidez.

Y es que duelen otras zonas,
cuando se elige
este proceso,
y más aún
cuando descubres
que quizá el camino que seguiste
no fue por mucho
el más correcto.

Y es que soy torpe
y no sé a veces
hablar sin mirar
al mismo tiempo…


V.

Un niño pequeño,
sin embargo,
no es igual
a un pequeño cocodrilo.

No importa si está
vestido de verde
o si tiene incluso
los dientes filosos…

Un niño pequeño
no es igual
a un pequeño cocodrilo.

Y es que a veces un niño
queda sintiendo culpa
de la mano que se aleja,
y no comprende.

Y hasta crece de inmediato.


VI.

Uno deja de asombrarse de algo
cuando pasa a asombrarse
de otras cosas.

Así,
resulta que ordenamos a veces
mal nuestras ideas,
y nuestras sensaciones
van quedando ajadas
como camisas mal dobladas.

Y claro,
hay que elegir después
entre andar sin camisa
o ponerse una de ellas
en mal estado,
y la decisión no es tan fácil
como parece.

Incluso,
los cocodrilos suelen morder
cuando no saben elegir
entre estas opciones.

Yo puedo atestiguarlo.

5 comentarios:

  1. Tan cierto como ingeniosas, esas imágenes de cocodrilos-niños-almas solitarias mordiendo y siendo mordidos me han parecido conmovedoras.

    "Por suerte,
    en un momento pude entender
    que la única manera de acariciarlo
    era dejar que te clavara los filosos dientes
    sin retirar la mano
    y mirarlo con cariño."

    estupendo!


    Un abrazo....y espero que no duelan ya -al menos- las mordidas.

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  2. Parece mentira que el dolor nos hacer fuertes, pero así es.

    Guardaré tu blog.

    Un abrazo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Fog, Thom Yorke y Radiohead
    Me encanta.

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