sábado, 22 de octubre de 2011

Vian: ancestros ilustres.

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I.

Lo más lejos que puedo llegar rastreando ancestros es a un tatarabuelo que fue hasta los 13 años un niño lobo.

Es decir, no fue hasta su adolescencia que mi tatarabuelo fue sacado de un ambiente donde no tuvo contacto alguno con un ser humano, por lo que carecía de lenguaje y de todas esas costumbres y manías que vienen adjuntas en el pack de la civilización.

Con todo, los doctores que lo trataron, lograron que aprendiera unas cuantas palabras y hasta transcribieron un mensaje que legaría a sus descendientes, que decía más o menos así:

“Ahggg… Ahgggua… Pppaannn…. Baaño… Ahggg…”

Y bueno… no dijo mucho más al parecer. Tiene un retrato donde le pusieron una corbata y lo raparon, pero se nota que para él llevar esas ropas era igual que cargar con un traje de metal…

Se ahorcó a los 34 años, según me cuentan, con esa misma corbata.


II.

Otro ancestro que me llama la atención es un bisabuelo que hacía inventos raros. Era holandés y había llegado al sur de Chile patentado al menos 50 inventos (lo sé porque hay una placa conmemorativa en la que fue la casa de mi abuela, señalando el hecho).

Lo malo, sin embargo, es que al parecer inventó cosas bastante innecesarias, o derechamente absurdas.

Por ejemplo, tiene entre dichos inventos, la creación de una brocha gigante, que podía ayudar a pintar una superficie relativamente amplia con muy pocas pasadas. Sin embargo, la brocha necesita varios operadores así que tampoco terminó siendo algo muy útil.

Y bueno… ese es uno de mis ancestros de los que me gustaría averiguar más… pero lo cierto es que no logro dar con los inventos que habría realizado, y lo único que tengo de él es una foto en blanco y negro... muy poco, a fin de cuentas.


III.

El típico abuelo borrachín también lo tuve, y lo cuento entre los ilustres.

En la familia, sin embargo, prefieren decir que era “alegre” o “disperso”, aunque cuando sale en conversaciones más de confianza, vuelve rápidamente a ser un “borracho de mierda”, simplemente, y nada más.

Yo alcancé a conocerlo de chico y de hecho lo recuerdo con olor a trago, aunque quizá sea también parte de los recuerdos que tergiversamos a partir del rasgo distintivo que destaca la mayoría, y que no nos atrevemos a cuestionar.

Con todo, este abuelo solía hablar cosas que me maravillaban mucho cuando chico, y que yo pensaba que estaban sacadas de algún libro, o algo similar, que muy pocos conocían.

-Escucha bien… -me decía, con una botella en la mano-. Cambiarás de mujeres, cambiarán los gobiernos… no hay que creer totalmente en esas cosas pasajeras… sino el corazón se te va en eso y de pronto estás todo quemado y hasta dañado por esas cosas…

Recuerdo que siempre esas arengas las decía gritando, aunque venía luego un momento en que solía contradecirse, bajito, y me decía que no le creyera en todo.

Pero claro… lo cierto es que luego volvía a gritar:

-¡Todos te querrán hacer sonreír con villancicos, Vian…! ¡Cuídate de los villancicos…! Te van a hacer cantar como hueón y te van a hacer tragar una de las figuritas del pesebre…

Así, mientras, yo me paraba junto a la cama de mi abuelo y escuchaba atento sus palabras, lo cierto es que intenté por mucho tiempo creerle su discurso… siempre infructuosamente.

-Los adultos son derechamente hueones, Vian –decía mi abuelo-. Hueones dañinos más encima… ¿los has visto cuando van a comer? Ni siquiera van cuando tienen hambre… comen porque es la hora de comer, y así es en todo orden de cosas…

-¿Qué otras cosas? -preguntaba yo.

-No sé… -comenzaba a contestar él, como molesto-, comen cuando es la hora para comer, aman cuando calculan que es el momento, y hasta se reproducen durante la edad fértil…

Y claro… yo consideraba que eso era normal, y mi familia cercana también… así que apenas nos percatamos de que sus palabras encerraban algo detrás… De esta forma, cuando intentamos ayudar, resultó que ya era tarde…

No quería seguir viviendo y se murió. Así de simple.

Todo lo otro que pueda decir al respecto, es adornar aquella historia.


IV.

Como verán, no son muchos los ilustres de los que alcancé a contarles, y supongo que ya habrá tiempo de profundizar sobre alguno de ellos...

Quizá lo más recomendable hubiese sido que me tocaran otros, y haber heredado así algo distinto a la desconfianza en el lenguaje, el amor por el absurdo y el gen alcohólico… pero bueno… es lo que me tocó y no hay mucho que podamos corregir en ese aspecto.

Es decir, es como pinchar una rueda… a alguien tiene que tocarle, nada más… y no sacamos nada con alegar a un costado del coche, porque la vida se nos termina escabullendo por el otro lado.

Eso pienso mientras plancho con rabia mis camisas, ordeno mis corbatas y pienso en mi tatarabuelo. En la libertad que perdió… en las absurdas obligaciones que le fueron impuestas.

Y es que a veces siento que todos esos ancestros están repartidos igual que figuritas de fantasía, en repisas al interior de nosotros… figuritas de villanos, quizá, según lo que te enseñaron, pero esas son justamente las que al final terminan atrayéndome… las que necesitan comprensión, y hasta las que ocupan los mejores lugares.

Y bueno… esos son parte de mis ancestros… casi todos los demás, lamentablemente, dan la impresión que nunca estuvieron vivos…

Nunca.

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