domingo, 2 de octubre de 2011

Vienen a buscarme casi todas las noches.

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“El sueño es bueno
porque de él despertamos
para saber que es sueño.”
Ricardo Reis.

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Vienen a buscarme casi todas las noches. Son seres pequeñitos e insistentes y a primera vista hasta parecen simpáticos.

Se introducen en el sueño en cualquier momento e intentan negociar de inmediato, pues saben que necesito ciertas cosas, y que dudo constantemente… y hasta les debo parecer frágil.

-Nada de trabajar mañana –me ofrecen-. Estás cansado, no alcanzaste a corregir lo que debías y te mereces un descanso.

-Pero… -alcanzo a decir yo.

-Nada de peros –me interrumpen-. Esto no da para más, y lo sabes. Mañana mismo puedo ofrecerte otro tipo de trabajo… y más tiempo para ti, por supuesto… Las cosas cambian, Vian, no te culpes por eso.

-No me culpo, pero ocurre que…

-Nada ocurre, Vian… uno es menos importante de lo que cree ser, eso es todo. El mundo solo podemos mirarlo, nada más…

-Pero no me siento importante –les aclaro.

-¿No…?

-No… es decir, veo el mundo desde mí, eso es todo.

-Pero lo interpretas mal, Vian. Ese es el punto.

-¿Y cómo debiese interpretarlo?

-No debes interpretarlo... ¡Nadie debiese interpretarlo! –señala-. El mundo no existe para eso. No tenemos derecho a hacerlo…

-No es cuestión de derechos, es cuestión de necesidad...

-La única necesidad que tenemos es la de ser felices, esa es tu responsabilidad… Nosotros simplemente queremos ayudarte…

-¿Cómo podrían hacerlo?

-Haciéndote despertar en las condiciones más favorables , Vian… Años atrás, quizá, justo antes de aquellas decisiones o actitudes que derivaron en problemas, o en pérdidas, o en fracasos.

-¿Y luego?

-Y luego tú ves qué resuelves… O actúas igual que antes y vuelves a ese camino, o te decides y cambias algo… Esa decisión es tuya.

-¿Y si no?

-Si no quiere decir que estamos perdiendo el tiempo… y que vas a despertar en pocos minutos y será otro día en que las buenas intenciones no alcanzarán para estar tranquilo y hacer el trabajo correctamente.

Yo los miro y comienzo a desconfiar un poco.

-Pero ustedes… -les pregunto-. ¿Qué ganan ustedes con todo esto?

-¿Qué ganamos con qué?

-Con que yo acepte despertar en otro momento, por ejemplo.

-Ah… eso… pues no podemos decírtelo, todavía.

-¿Y cuándo podrán decírmelo?

-Cuando hayamos llegado a un acuerdo, por supuesto.

-…

Es entonces cuando creo comprender que algo raro sucede en el sueño, y que las palabras que ellos dicen tienen algo de verdad, aunque no terminan por convencerme, en lo absoluto.

Y es que estoy agotado, y puede incluso que el trabajo no haya salido este año de la mejor forma posible..., pero no voy a buscar una salida alternativa. No en este momento, al menos.

Respecto a ellos, sin embargo, sé que volverán mañana, y pasado… y así hasta que se convenzan –o termine de convencerme yo-, que ese no es el camino que debía tomar.

Así, finalmente, solo queda decir que Ricardo Reis se equivoca.

Rotundamente se equivoca, incluso, deberíamos decir.



Luego guardar silencio.

Nada más.

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