viernes, 21 de octubre de 2011

Un hombre pinta su casa.

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Una vez me contaron la historia de un tipo que pintó su casa de un color brillante. Era una casa que estaba en la ladera de un cerro y que por lo descuidada y lejana, parecía casi abandonada.

Pero claro, los que habitaban por ahí cerca –apenas dos familias-, sabían que en aquel lugar vivía un hombre algo mayor, que a veces se bajaba a la carretera a tomar un bus, o simplemente caminaba por los sectores cercanos, con la ropa también opaca y desgastada.

Sin embargo, lo cierto es que nadie habló de él, en ese tiempo, pero si lo hubiesen hecho es muy probable que se refirieran a él como un loco, o al menos como un hombre extraño y aparentemente inofensivo, que vivía en un lugar abandonado.

Yo mismo, si lo pienso, debo haber pasado varias veces por aquel lugar, sin siquiera fijarme en el hombre ni en la casa, pues me gustaba ir a un sector que estaba al otro costado de la ladera donde él vivía, para alejarme de algunas cosas.

Otra cosa cierta, supe luego, fue que el paso del tiempo nos transforma. Y es que de a poco comencé a ir allá ya no para alejarme, sino para comenzar a encontrar algunas cosas, y comprender –pensaba-, algunas otras.

Y claro, quizá al hombre de esa casa le sucedió lo mismo, porque fue por ese entonces que el comenzó a arreglar su lugar, según me cuentan.

-Comenzó por desmalezar y limpiar un poco aquel entorno –me dicen-. Lo veíamos salir temprano a trabajar junto a la casa y hasta vino un par de veces a pedirnos alguna herramienta, porque quería hacer un jardín.

-Recuerdo que yo lo miraba desde lejos –me contó otro-, limpiando su terreno, que para entonces ya era pequeño y limpio, como el planeta del Principito… Él lo hacía todo meticulosamente, como si fuese un ejercicio de relajación, y hasta recuerdo haberlo visto barriendo la tierra de la montaña, a ambos costados de la casa.

El caso es que la historia sigue y viene entonces el momento de la pintura a la casa. Una pintura brillante, recuerdan todos, aunque no logran ponerse de acuerdo con el tono concreto.

-Era como azul eléctrico.

-Rojo metálico.

-Amarillo sol.

Pero bueno, supongamos incluso que fueron esos tres colores juntos con los que lograron pintar las salas de clase en una tarde de verano…

-Vimos durante tres días al hombre aquel pintando su casa –me explican-, pero apenas la hubo terminado, una fuerte e inesperada tormenta comenzó a caer en aquel lugar.

-Y como la pintura no estaba fija, ésta comenzó a correrse de su sitio –agrega otro-, revelando de a poco lo que había debajo…

Eso me cuentan sobre ese hombre y la pintura de su casa. Y concluyen incuso señalando que no hubo luego ningún intento por volver a restaurar el lugar, y que todo volvió a estar tan desastroso como antes.

Es así como me quedo pensando en el hombre aquel, y la imagen de la pintura cayendo por la piel de la casa hasta dejar nuevamente algo así como el cadáver, no deja de seguirme por un buen tiempo.

Y es que siento, por ejemplo, que luego de esa lluvia no se trata simplemente de volver al estado inicial, sino que hay algo que termina revelando todavía más suciedad luego de esos colores caídos; igual como las personas que se atreven a amar nuevamente, y vuelven también a fracasar.

Son las mismas mellas, es cierto, pero parecen contener en sí otro sueño derrumbado…

-¿Y está seguro que le interesa arreglar ese lugar? –me preguntan

-Seguro –contesto yo.

Y entonces, las familias cercanas me ayudan a acercar los tarros nuevos de pintura hasta la casa. Todo con tal de cumplir con el sueño de ese hombre que desapareció y decidió dejar ese lugar, como si se tratase de un muerto.

-¿Y si llueve? –me pregunta uno de los vecinos que parece ser el más incrédulo-. Es que ayer escuché que era probable y…

-Si llueve vuelvo a pintar –lo interrumpo-. Vuelvo a pintar y repintar, pero esa casa va a quedar hermosa…

Ellos me miran y recién entonces se dan cuenta que sonrío… y que de paso cayeron en la trampa.

Saco así unas cuantas brochas extras de mi bolso, y comenzamos la tarea.

5 comentarios:

  1. Nunca debemos dejar de intentar los sueños. Sería ese el momento en que comenzaríamos a morir.
    Muy linda historia!

    Un abrazo.

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  2. Hace dos horas llegué a un texto increíble que se llamaba Carta de Barbie a Ken. Era para una tarea de uno de mis hijos. Luego leí más, y hasta imprimí. Son tuyos los textos? Creo que construiré un libro con ellos. Lo ubicaré junto a Coelho.
    Ana María.

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  3. ¡Nooo...! O sea gracias. Pero si es verdad lo que dice imprímame y recicle... soy desechable...
    Además... eh... no me agrada Coelho (no me creo más ni nada, aunque suene soberbio) :)
    Agradezco las lecturas y el comentario, y hasta me alegro que lea al señor aquel, si le hace bien... pero, pucha, no sé cómo decirlo... mejor no.
    Yo voy con los pañuelos desechables, piénselo así. Pañuelos desechables para narices desechables :), como se llamaba otra entrada...
    Suerte en la tarea con sus hijos y éxito en todo... pero mejor no...

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  4. Hola Vian, te sigo desde España... ¿por qué hay tanta dificultad para dejar comentarios? serán los nervios... ja,ja,ja.
    Soy Fanny, conquistada por tus letras.
    Besos y abrazos.

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  5. Cuánta exageración afectiva, Fanni... Gracias por seguir,aunque no me guste esa palabra. De haber señora Vian me traería problemas... :)
    Saludos cordiales.

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