jueves, 27 de octubre de 2011

Nunca se sabe.

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I.

Para evitar problemas nombraré a mi alumno con la letra F.

No creo que aparezca alguien que lo conozca por estos lados, pero nunca se sabe.

Además, es por esa misma razón que lo que voy a contar terminó sucediendo de esa forma. Porque nunca se sabe, me refiero.

Ahora me explico.


II.

Como no sé el verdadero comienzo diré que F se mostraba inquieto en su silla. Los alumnos estaban en prueba y yo los miraba, aparentemente concentrados. Es decir todos, menos F.

Así, mientras F seguía inquieto, yo mismo comencé a inquietarme, como si aquello fuese contagioso.

-¿Te sucede algo, F? –le pregunté en voz baja, acercándome a su puesto.

Él guardó silencio, pero seguía moviéndose.

-¿Quieres ir al baño? –le pregunté.

-Pero es que estamos en prueba… -contestó.

Y claro, me enterneció un poco que respetase las reglas así que le dije que fuera. Y él fue.

Sin embargo, apenas salió, algo en el aire pareció hablarme… e incluso sentí que el resto de los niños me miraban como ocultando algo.

Nunca se sabe, me dije entonces, y tomé la decisión.


III.

Fue así que salí de la sala sin que los alumnos se diesen cuenta.

Puede sonar extraño, o hasta parecer mentira, pero ellos no se percataron de nada, mientras yo iba tras F, a ver qué sucedía.

Fui en silencio. Sin razones claras, pero en silencio.

Fue así que vi cómo se ponía con cuidado un calcetín, mientras guardaba un papel, o algo similar, en su bolsillo.

-¿Qué es eso, F…? ¿Estás bien? –le pregunté.

Él me miró sorprendido, escondiendo aquello que creí un papel, en su bolsillo, y yo entonces pude apreciar que en el calcetín tenía F una pequeña marca de sangre.

-¿Qué te sucedió? –le dije.

F guardó silencio. Parecía mirar en varias direcciones, como si esperase que alguien apareciera.

-Tienes una herida, -insistí-, hay que desinfectarla…

Fue entonces que F, tras mostrarme los elementos con que se había desinfectado, me contó una extraña historia.


IV.

La historia de F incluía un elemento tan extraño como perturbador, aunque él parecía contarlo con la mayor naturalidad.

-Cada cierto tiempo me sale un dedo extra –me dijo-. Generalmente es en el pie derecho, pero también ha brotado algunas veces en el izquierdo…

-¿Un dedo?

-Sí, uno pequeñito –siguió-, pero me preocupo de cortarlo apenas tiene el tamaño suficiente…

-Pero eso es… no sé… imposible.

Entonces F me miró y sacó de su bolsillo un pequeño papel que envolvía justamente uno de esos pequeños deditos, con pequeños rastros de sangre…

-Es posible –me dijo-, y a todos nos pasa de alguna forma…

-¿Qué cosa?

-El nacimiento de estos pequeños brotes –continuó-, el surgir de algo que debemos arrancar de nosotros prontamente…

-¿Por qué?

-No sé… porque estamos bien sin eso, supongo, o porque no lo necesitamos… todos saben de eso…

-¿Todos? –pregunté sorprendido.

-Todos –contestó él, mientras sentía un ruido de voces, tras de mí.


V.

Sentí entonces la puerta del baño cerrase abruptamente y entrar a un gran número de personas.

Eran mis alumnos. Los que estaban en la prueba, me refiero.

-No se preocupe –me dijeron-, de alguna forma tanto nosotros como usted estamos también en la sala, rindiendo la prueba…

-Pero…

-Pero nada, profe… -continuaron-, queríamos que usted lo supiera, simplemente… por eso le pedimos a F que le contara…

-¿O sea que ustedes saben lo que le pasa a F…?

-Eso nos pasa a todos –me dijeron-, y comenzaron luego cada uno a sacar un pequeño trozo de carne, y a extenderlos, mostrándome todo aquello.


VI.

No pude distinguir todo, sin embargo, porque vomité casi al momento.

Por lo demás, no todos eran dedos… pude observar extraños fragmentos de piel, trozos de algo que parecía ser músculo, y hasta un pequeño feto que aún se agitaba, en la palma de una mano…

-No debiese darle asco, profe… lo realmente asqueroso es no quitar de nosotros todo aquello que comienza a podrirse… -me dijo F, tras verme vomitar.

-No entiendo qué es lo que pasa –le contesté-, yo no soy así, yo…

-Usted debiese sumarse –me insistieron-, y ya verá cuánto peso se saca… no se trata de algo estético, claro, supongo que se habrá dado cuenta… pero tiene que ver con ser nosotros…

-Yo ya soy yo, no necesito arrancarme nada…

-Todos lo necesitan… -agregó F-. Da lo mismo si es un trozo de corazón, o la lengua… pero tarde o temprano todo aquello termina contagiándonos dolor y el dolor es malo…

-¡¿Quién mierda les dijo eso…!?

-Mmm… no sé… es algo que se sabe, yo creo –dijeron los niños, como poniéndose de acuerdo.

Pero yo volvía a enojarme con ellos y hasta tuve que tratar violentamente a algunos, para que me dejaran salir.

Luego volví a la sala y retomé mi lugar.

Perturbado.

Observando a cada uno de esos chicos fingir, como si no hubiese ocurrido nada.

-Son unos cínicos –les dije entonces, y todos dejaron los lápices a un costado de la prueba, y me miraron.


VII.

Nunca se sabe.

Hagamos lo que hagamos nunca se sabe.

La gente puede mentir mirándote a los ojos y alejando de sí mismo aquello que prefieren no portar… y es así como algunas certezas se alejan, y luego hasta se olvidan.

Con todo, creo que al menos sobre algunas de nuestras sensaciones, podemos llegar a saber unas poquitas cosas…

Y claro, eso reconforta un poco.

No sé si en las casas o en otro tipo de baños la gente se encerrará y puedan encontrar –si buscan-, aquellos pequeños fragmentos de carne, desperdigados…

¿Se desangrará también el espíritu ante esos extraños ejercicios…?

¿Qué es, en este respecto, lo que les ha sucedido a ustedes?

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