lunes, 8 de agosto de 2011

Tocando el piano con los pies, o las dinosaurias se extinguieron antes.

.
.

Después de ir a una charla motivacional
de un tipo que no tenía manos ni pies
ella comenzó a exigirme
una serie de cosas inverosímiles:

Pasar cinco días sin comer

Sonreírle a todos en la calle

Y tocar el piano con los pies,

por ejemplo.

¿Y qué demostraría si logro hacer
alguna de esas cosas?
Preguntaba yo.

Demostrarías trascendencia,
decía ella,
supremacía del espíritu…
¡consciencia del Yo verdadero!

Y claro, yo la miraba sin entender
mientras ella volvía una y otra vez
sobre los apuntes de la charla,
que por lo demás había costado
el equivalente a 92 de mis horas
de trabajo.

Pero qué mierda,
yo la amaba y lo intenté,
y aguanté los cinco días sin comer
y dejé incluso que un tipo me golpeara
tras no entender por qué le sonreía a todos
como idiota
mientras caminaba por las calles.

Pero ella, sin embargo,
seguía insatisfecha.

Hay una mancha en tu aura
me decía,
y no dedicas tiempo suficiente
para amar al mundo.

Y como yo quería amarla a ella,
y para eso tenía que amar al mundo,
me esforcé por revisar lo más rápido posible
las pruebas de mis alumnos,
y así, durmiendo además un poco menos,
quizá el tiempo podría alcanzar,
pensaba,
para esa colosal tarea…

Pero lo cierto es que ella
siguió exigiendo más de mí,
porque sabía que yo era capaz de más,
me decía,
y fue así que compré el piano…

¡Casi en más cuotas
que teclas…!

Es cierto

Pero qué mierda,
así soy cuando me enamoro.

Y fue entonces cuando intenté como hueón
componer y ejecutar una canción
con mis extremidades inferiores,
y hasta ponía separadores de madera
entre los dedos de mis pies
para tocar las teclas de forma más precisa…

Si amaras la vida
de seguro podrías,
decía ella mientras me miraba ensayar…
y yo intentaba entonces amar la vida,
pero supongo que sin lograrlo.

Fue por esos días
en que llegué a hartarme del asunto,
y aprendí mejor a abrir cervezas con los pies
y a servir los vasos llenos
y con la espuma perfecta…

Comencé así a beber todas las noches
y a escribir poemas porque no era capaz
de amar al mundo,
y porque sentí que mi rústico yo interno
no podría nunca retenerla…
y fue cierto.

Entonces
ella tomó sus cosas
y hasta se llevó algunas mías,
y nada más supe de ella
por un largo tiempo.

Entre tanto,
yo seguí bebiendo,
y hasta armé mis propias charlas
y mis propias teorías,
y los borrachos del barrio me escuchaban atentos
mientras compartían conmigo
sus cervezas.

Las dinosaurias se extinguieron
antes que los dinosaurios,
les explicaba yo,
y solo entonces los dinosaurios
estuvieron tranquilos
por un tiempo…
pero claro,
ellos comenzaron a extrañar…
y como no sabían cocinar por sí mismos
y descuidaron su higiene
y hasta se olvidaron de cambiar la piel,
resultó que la vida
se les puso muy difícil.

Así, al final sucedió
que dejaron de vivir,
de la misma forma en que uno se duerme,
agotado,
ante la televisión encendida…

Sí…
algo así eran mis charlas,
según recuerdo.

Hoy, sin embargo,
las cosas han cambiado,
bebo un poco menos
e intento igual de inútilmente
tocar el piano
con las manos…

De ella, en tanto,
me enteré que está viviendo
con un tipo
que la ama sin duda
menos que yo,
pero parece que ahora
ella se conforma con menos.

Si un día me la vuelvo a encontrar
le preguntaré si acaso no es un logro
seguir escribiendo poesía
sin tener sensibilidad,
y ella sentirá por un momento
que quizá se equivocó,

o quizá ni siquiera
sienta nada

y no la encuentre
nunca.


3 comentarios:

  1. Mejor así, no se puede amar pidiendo imposibles, mejor la que te quiera como eres.

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  2. Se extinguieron antes porque eran Mensas y porque no aprendieron que las charlas motivacionales son para las personas que no pueden motivarse a sí mismas. Eso es triste, pero es más triste pensar que no volverás a encontrarla (a la motivación ésa) o que no es posible encontrar otras.

    Seguí avanzando nada más, para atrás no rinde.

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