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“Lo experimentado como externo
no pertenece a lo interno intencional,
aunque nuestra experiencia de aquello resida allí,
como experiencia de lo externo”
Husserl.
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no pertenece a lo interno intencional,
aunque nuestra experiencia de aquello resida allí,
como experiencia de lo externo”
Husserl.
I.
Un amigo me cuenta que descubrió que tiene una mosca en un ojo. Es decir, adentro del ojo, volando de un lado a otro.
-¿Y te duele? –le pregunto.
-¿Qué cosa? –contesta él.
-La mosca po, hueón.
-La mosca no puede dolerme po hueón, no soy yo…
-¿Cómo?
-Que me tenís que preguntar si me duele el ojo y no la mosca.
-Ah… verdad… ¿y?
-¿Y qué?
-Que si te duele el ojo… el que tiene la mosca, me refiero…
-No. No me causa molestias, en verdad.
-¿Te agrada entonces?
-Tampoco… No siento nada…
-Mmm… ¿Puedo ver el ojo?
-¿Ver el ojo?
-Sí… aunque suene raro… ¿puedo ver el ojo donde está la mosca?
-Ok –me contesta y se saca los lentes de sol y yo lo miro.
-¿Está ahí todavía? –me pregunta entonces.
-Sí. Todavía.
-¿Y está viva?
-¿Querís que le tome el pulso, hueón?
-No po hueón… me refiero a si la ves moverse…
-Mmm… espera… ahora sí, ¡voló hasta una esquina del ojo…!
-Puta…
-¿Qué pasó?
-No sé… me sentí mal supongo… es que siempre tengo la esperanza que la mosca se haya ido, o se haya muerto, por último…
-Sí… eso pasa cuando se tiene eso.
-¿Una mosca en el ojo?
-No po, hueón… eso pasa cuando se tiene esperanza.
II.
-¿Y es cierto que no sentís nada especial al tener la mosca? –le pregunto.
-¿Algo en el ojo, decís tú?
-Sí… cuando la mosca se mueve, por ejemplo.
-No, nada… de hecho tengo que verme en un espejo para darme cuenta.
-¿No deja huellas, entonces?
-¿Huellas?
-Sí po, hueón… impresiones… rastros de movimiento…
-No creo… Es decir, a veces me pongo a pensar en la mosca y siento como si ella buscase algo que no tengo, y por eso se quedara en el ojo…
-No entiendo.
-Como que la mosca se quedase en el ojo porque no encuentra el lugar que está buscando, adentro mío.
-¿Como cuando Noé supuestamente mandaba un pájaro y este volvía porque no pillaba donde posarse?
-Quizá…es que no conozco la historia, para ser sincero… pero el caso es que la mosca vuelve al ojo como si este fuese un accesorio, o algo desconectado de mí mismo.
-¿Y por eso no sentirías nada?
-Claro, porque el ojo termina siendo una especie de lente, o de máquina decodificadora… pero incompleta…
-¿Pero quién codificaría lo que ve el ojo?
-Mmm… es que mira, yo creo que es un proceso incompleto, es decir, el ojo ve algo café con verde que parece estar encadenado al suelo, y de pronto comprendemos que es un árbol, es decir, decodificamos que es un árbol… sin embargo, al mismo tiempo, desconocemos quién codificó el árbol, y no somos capaces de llegar a esa naturaleza… a la verdadera impresión de todo aquello…
-¿Te refieres a la voluntad de codificar… como los universalia ante rem, de Schopenhauer?
-No, los ante rem están fuera, son voluntad de mundo… en cambio yo hablo de significados internos, una especie de impresión espiritual en el receptor…
-¿Y podría percibirse eso?
-Sí, pero solo como impresiones instantáneas, creo yo… inconstantes… no hechas para permanecer…
-¿No permanecerían como huellas…?
-No, y por eso es que la mosca como experiencia termina siendo parte de un hecho que no deja huellas concretas…
-Pero entonces eso no sucedería solo con la mosca…
-¿A qué te refieres?
-A que la realidad entera pasaría sin dejar huellas establecidas… es decir, igual es el ojo quien las decodifica…
-Claro, pero ahí no es solo cuestión de nuestros significados internos, sino de algo que puede sonar absurdo, pero que simplifica bastante esta problemática…
-¿Y qué sería eso?
-Que la realidad es infeliz… y que lo sabe… y que por eso no nos da la cara…
-No entiendo el nexo… ¿por qué no nos da la cara si es infeliz?
-Porque la cara de la realidad son las huellas, y acá no hay pasos que dejen huellas… la infelicidad dejó a la realidad inmóvil, avergonzada…
-¿Eso crees, realmente? –le pregunto, interrumpiéndolo.
-Sí, eso creo –me respondió.
III.
-Yo tengo un alumno que no puede decir “presente” –le conté-. O sea, quiere decir “presente” y termina diciendo “presidente”…
-¿Y a que viene eso? –me interrumpió.
-Viene a que lo realmente grave de aquello es que no puede ni siquiera explicar lo que no puede decir.
-O sea que no podemos nombrar nuestras carencias…
-Claro… pero no me refiero a nombrarlas y punto… esa es una especie de muerte académica que tampoco me gusta… yo me refiero a algo así como la imposibilidad de darle vida a algo, si nosotros mismos no tenemos…
-¿Y ayudaría el poder darle vida a algo como para quitarme la mosca del ojo?
-No lo sé, realmente… de hecho no creo que ese sea el problema central, es decir, yo creo que habría que desconstruir la mosca…
-¡Pero la mosca existe en mi ojo…!
-Sí, pero su existencia es como la palabra presidente para mi alumno…
-Pero tu alumno percibía al menos qué quería decir, aunque no lo nombrara.
-No sé… intuía el hecho concreto y fonético… es cierto, pero el problema real no… No su mosca, digamos.
-¿El significado de su mosca?
-No… De hecho no es un problema de significados, sino gramático…
-¿La mosca?
-¡Claro! ¿Podrías decirme acaso qué función gramátical cumple en ti la existencia de la mosca?
-¿Qué?
-Que si sabes qué función gramatical tiene la mosca…
-Mmm… ¿sustantivo?
-No me refiero a eso,… eso es morfología, además… yo te pido centrarte en la sintaxis…
-¿Sujeto…?
-No… -le digo-. La verdad no creo…
-¿Y qué sería según tú?
-Morfológicamente adverbio, y sintácticamente un complemento de modo… uno que viene a afectar a aquello que observa… a lo que tú mismo vives…
-¿Y entonces cuando digo mosca estoy diciendo realmente…?
-¡No lo digas! –lo interrumpo-. Además tienes que comprender qué estás diciendo cuando dices ojo.
-¿Pero y los demás?
-Los demás son distintos a ti –concluí-, y si les interesa, deben ellos mismos, resolver sus propios acertijos.
Un amigo me cuenta que descubrió que tiene una mosca en un ojo. Es decir, adentro del ojo, volando de un lado a otro.
-¿Y te duele? –le pregunto.
-¿Qué cosa? –contesta él.
-La mosca po, hueón.
-La mosca no puede dolerme po hueón, no soy yo…
-¿Cómo?
-Que me tenís que preguntar si me duele el ojo y no la mosca.
-Ah… verdad… ¿y?
-¿Y qué?
-Que si te duele el ojo… el que tiene la mosca, me refiero…
-No. No me causa molestias, en verdad.
-¿Te agrada entonces?
-Tampoco… No siento nada…
-Mmm… ¿Puedo ver el ojo?
-¿Ver el ojo?
-Sí… aunque suene raro… ¿puedo ver el ojo donde está la mosca?
-Ok –me contesta y se saca los lentes de sol y yo lo miro.
-¿Está ahí todavía? –me pregunta entonces.
-Sí. Todavía.
-¿Y está viva?
-¿Querís que le tome el pulso, hueón?
-No po hueón… me refiero a si la ves moverse…
-Mmm… espera… ahora sí, ¡voló hasta una esquina del ojo…!
-Puta…
-¿Qué pasó?
-No sé… me sentí mal supongo… es que siempre tengo la esperanza que la mosca se haya ido, o se haya muerto, por último…
-Sí… eso pasa cuando se tiene eso.
-¿Una mosca en el ojo?
-No po, hueón… eso pasa cuando se tiene esperanza.
II.
-¿Y es cierto que no sentís nada especial al tener la mosca? –le pregunto.
-¿Algo en el ojo, decís tú?
-Sí… cuando la mosca se mueve, por ejemplo.
-No, nada… de hecho tengo que verme en un espejo para darme cuenta.
-¿No deja huellas, entonces?
-¿Huellas?
-Sí po, hueón… impresiones… rastros de movimiento…
-No creo… Es decir, a veces me pongo a pensar en la mosca y siento como si ella buscase algo que no tengo, y por eso se quedara en el ojo…
-No entiendo.
-Como que la mosca se quedase en el ojo porque no encuentra el lugar que está buscando, adentro mío.
-¿Como cuando Noé supuestamente mandaba un pájaro y este volvía porque no pillaba donde posarse?
-Quizá…es que no conozco la historia, para ser sincero… pero el caso es que la mosca vuelve al ojo como si este fuese un accesorio, o algo desconectado de mí mismo.
-¿Y por eso no sentirías nada?
-Claro, porque el ojo termina siendo una especie de lente, o de máquina decodificadora… pero incompleta…
-¿Pero quién codificaría lo que ve el ojo?
-Mmm… es que mira, yo creo que es un proceso incompleto, es decir, el ojo ve algo café con verde que parece estar encadenado al suelo, y de pronto comprendemos que es un árbol, es decir, decodificamos que es un árbol… sin embargo, al mismo tiempo, desconocemos quién codificó el árbol, y no somos capaces de llegar a esa naturaleza… a la verdadera impresión de todo aquello…
-¿Te refieres a la voluntad de codificar… como los universalia ante rem, de Schopenhauer?
-No, los ante rem están fuera, son voluntad de mundo… en cambio yo hablo de significados internos, una especie de impresión espiritual en el receptor…
-¿Y podría percibirse eso?
-Sí, pero solo como impresiones instantáneas, creo yo… inconstantes… no hechas para permanecer…
-¿No permanecerían como huellas…?
-No, y por eso es que la mosca como experiencia termina siendo parte de un hecho que no deja huellas concretas…
-Pero entonces eso no sucedería solo con la mosca…
-¿A qué te refieres?
-A que la realidad entera pasaría sin dejar huellas establecidas… es decir, igual es el ojo quien las decodifica…
-Claro, pero ahí no es solo cuestión de nuestros significados internos, sino de algo que puede sonar absurdo, pero que simplifica bastante esta problemática…
-¿Y qué sería eso?
-Que la realidad es infeliz… y que lo sabe… y que por eso no nos da la cara…
-No entiendo el nexo… ¿por qué no nos da la cara si es infeliz?
-Porque la cara de la realidad son las huellas, y acá no hay pasos que dejen huellas… la infelicidad dejó a la realidad inmóvil, avergonzada…
-¿Eso crees, realmente? –le pregunto, interrumpiéndolo.
-Sí, eso creo –me respondió.
III.
-Yo tengo un alumno que no puede decir “presente” –le conté-. O sea, quiere decir “presente” y termina diciendo “presidente”…
-¿Y a que viene eso? –me interrumpió.
-Viene a que lo realmente grave de aquello es que no puede ni siquiera explicar lo que no puede decir.
-O sea que no podemos nombrar nuestras carencias…
-Claro… pero no me refiero a nombrarlas y punto… esa es una especie de muerte académica que tampoco me gusta… yo me refiero a algo así como la imposibilidad de darle vida a algo, si nosotros mismos no tenemos…
-¿Y ayudaría el poder darle vida a algo como para quitarme la mosca del ojo?
-No lo sé, realmente… de hecho no creo que ese sea el problema central, es decir, yo creo que habría que desconstruir la mosca…
-¡Pero la mosca existe en mi ojo…!
-Sí, pero su existencia es como la palabra presidente para mi alumno…
-Pero tu alumno percibía al menos qué quería decir, aunque no lo nombrara.
-No sé… intuía el hecho concreto y fonético… es cierto, pero el problema real no… No su mosca, digamos.
-¿El significado de su mosca?
-No… De hecho no es un problema de significados, sino gramático…
-¿La mosca?
-¡Claro! ¿Podrías decirme acaso qué función gramátical cumple en ti la existencia de la mosca?
-¿Qué?
-Que si sabes qué función gramatical tiene la mosca…
-Mmm… ¿sustantivo?
-No me refiero a eso,… eso es morfología, además… yo te pido centrarte en la sintaxis…
-¿Sujeto…?
-No… -le digo-. La verdad no creo…
-¿Y qué sería según tú?
-Morfológicamente adverbio, y sintácticamente un complemento de modo… uno que viene a afectar a aquello que observa… a lo que tú mismo vives…
-¿Y entonces cuando digo mosca estoy diciendo realmente…?
-¡No lo digas! –lo interrumpo-. Además tienes que comprender qué estás diciendo cuando dices ojo.
-¿Pero y los demás?
-Los demás son distintos a ti –concluí-, y si les interesa, deben ellos mismos, resolver sus propios acertijos.
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