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Existe una pequeña localidad en China donde los niños dicen ver, brillando en el firmamento, la figura de Wan Hu.
Así, admirando la historia de este oficial que intentó lanzarse al espacio impulsado por una gran cantidad de fuegos artificiales, los niños afirman ser testigos, en medio de la noche, de la figura de un hombre que hasta el día de hoy, viajaría en el espacio como un pequeño satélite.
Poco importa que les digan que el hombre intentó ascender hace cinco siglos, o que no hay rastros ni pruebas que permitan creer ni en la más mínima opción de éxito, en relación a su vuelo… Poco importa pues lo cierto, es que los niños salen a verlo en los días despejados y dibujan hasta el más mínimo detalle de la figura que supuestamente ven a la distancia, elaborando incluso un concurso para elegir el retrato más fidedigno, de entre todos los participantes.
Quizá es debido a este revuelo que el gobierno central de China, atento al impacto que sus prácticas y creencias pueden producir en occidente, ha decidido intervenir en el asunto y demostrarles a aquellos niños que lo que dicen observar, no es Wan Hu, y que todo aquello no pasa de ser una vieja leyenda, que si bien se basa en un hecho histórico, admiten, no explica lo sucedido realmente tras la explosión de los fuegos artificiales.
Y es que todo se trata, en definitiva –según el gobierno chino-, de una especie de psicosis colectiva.
Los niños, sin embargo, desconfían más de las explicaciones de estos expertos, que de aquello que han visto por años… Tanto así que incluso se han negado a aceptar los argumentos entregados por el gobierno, por más que eso derive en una mala calificación escolar o hasta en la imposibilidad de subir de grado, como amenazó el gobierno en su último comunicado al respecto:
“No podemos permitir que leyendas absurdas e infundadas eclipsen al verdadero conocimiento (…) Y no aceptaremos tampoco seguir siendo cómplices de la ignorancia (…) Es indispensable, entonces, y requisito fundamental para el crecimiento personal y la promoción en la escolaridad, que los alumnos sepan distinguir entre un espejismo surgido desde la insensatez, y un suceso de la realidad, que solo a través de la verdad científica, es capaz de develarse…”
…
Ahora bien… podemos quizá entender las razones del gobierno chino, pero… ¡Qué bella insensatez la de los niños que ven a Wan Hu! ¡Y qué ganas de verlo cuando miramos al cielo!
Además, ¿no defenderíamos todos de esa forma aquello que está en el fondo de nuestras creencias, cuando intentan arrebatárnoslas? ¿No quedará de alguna forma el cielo más vacío si esos niños terminan aceptando que Wan Hu no está girando y saludándonos desde el espacio?
Esas cosas pienso cuando miro al cielo y siento que no defendí con todas mis fuerzas aquello en que creía.
Ojalá entonces que los niños que ven a Wan Hu sigan defendiéndolo a cualquier costo. Y ojalá que ustedes, cuando miren, puedan también verlo, o al menos sientan, que aquello en que creían, lo defendieron de mejor forma que yo.
Así, admirando la historia de este oficial que intentó lanzarse al espacio impulsado por una gran cantidad de fuegos artificiales, los niños afirman ser testigos, en medio de la noche, de la figura de un hombre que hasta el día de hoy, viajaría en el espacio como un pequeño satélite.
Poco importa que les digan que el hombre intentó ascender hace cinco siglos, o que no hay rastros ni pruebas que permitan creer ni en la más mínima opción de éxito, en relación a su vuelo… Poco importa pues lo cierto, es que los niños salen a verlo en los días despejados y dibujan hasta el más mínimo detalle de la figura que supuestamente ven a la distancia, elaborando incluso un concurso para elegir el retrato más fidedigno, de entre todos los participantes.
Quizá es debido a este revuelo que el gobierno central de China, atento al impacto que sus prácticas y creencias pueden producir en occidente, ha decidido intervenir en el asunto y demostrarles a aquellos niños que lo que dicen observar, no es Wan Hu, y que todo aquello no pasa de ser una vieja leyenda, que si bien se basa en un hecho histórico, admiten, no explica lo sucedido realmente tras la explosión de los fuegos artificiales.
Y es que todo se trata, en definitiva –según el gobierno chino-, de una especie de psicosis colectiva.
Los niños, sin embargo, desconfían más de las explicaciones de estos expertos, que de aquello que han visto por años… Tanto así que incluso se han negado a aceptar los argumentos entregados por el gobierno, por más que eso derive en una mala calificación escolar o hasta en la imposibilidad de subir de grado, como amenazó el gobierno en su último comunicado al respecto:
“No podemos permitir que leyendas absurdas e infundadas eclipsen al verdadero conocimiento (…) Y no aceptaremos tampoco seguir siendo cómplices de la ignorancia (…) Es indispensable, entonces, y requisito fundamental para el crecimiento personal y la promoción en la escolaridad, que los alumnos sepan distinguir entre un espejismo surgido desde la insensatez, y un suceso de la realidad, que solo a través de la verdad científica, es capaz de develarse…”
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Ahora bien… podemos quizá entender las razones del gobierno chino, pero… ¡Qué bella insensatez la de los niños que ven a Wan Hu! ¡Y qué ganas de verlo cuando miramos al cielo!
Además, ¿no defenderíamos todos de esa forma aquello que está en el fondo de nuestras creencias, cuando intentan arrebatárnoslas? ¿No quedará de alguna forma el cielo más vacío si esos niños terminan aceptando que Wan Hu no está girando y saludándonos desde el espacio?
Esas cosas pienso cuando miro al cielo y siento que no defendí con todas mis fuerzas aquello en que creía.
Ojalá entonces que los niños que ven a Wan Hu sigan defendiéndolo a cualquier costo. Y ojalá que ustedes, cuando miren, puedan también verlo, o al menos sientan, que aquello en que creían, lo defendieron de mejor forma que yo.
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