miércoles, 17 de agosto de 2011

Fue en Dresde.

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Fue en Dresde
aunque nunca he estado ahí,
pero fue en Dresde.

Lo sé porque a veces
me detienen extrañas personas en la calle
para hablarme en un idioma
que solo puede venir
de esa ciudad,
y me entregan cartas
o mensajes,
cuyo contenido
se hace imperioso transmitir
a las nuevas generaciones.

Es entonces cuando yo aplazo la tarea,
pues sé que es un tema serio
y que puede sonar absurdo
si hablase yo directamente
-como me nace hacerlo-,
pero lo cierto es que a veces
no sé explicarme yo
de otra forma.

Y es que algo pasa en Dresde,
algo que quizá tiene que ver con un códice,
o con los bombardeos e incendios
que han asolado a ese lugar
prácticamente desde siempre.

Recuerdo por ejemplo,
una persona hablándome
hace casi diez años
sobre las inundaciones de Dresde,
y explicándome con un ejemplo extraño
algo supuestamente referido
a esa ciudad.

“Dresde ser como un canguro”
me decía esa persona
que yo pensé fallaba en su español.

“Dresde es el canguro pequeño
que está en la bolsa
del gran canguro
y alguien no quiere que salga”
fueron las palabras que me dijo.

Yo, por mi parte,
sabía de Dresde por Vonnegut,
y había leído las cifras aliadas oficiales
que admitían bombardeos que en 3 días
superaban largamente las 4.000 toneladas de explosivos
arrojados inexplicablemente sobre el centro de esta ciudad
en febrero de 1945.

Fue en Dresde,
me digo entonces,
fue en Dresde…

Pero no me refiero ni a las bombas,
ni a los incendios,
ni a las inundaciones.

Pero algo hay en Dresde
que permanece puro
bajo las cenizas…

Y el fuego busca hacerlo aparecer
y el agua intenta hacerlo brotar…

(y ese algo es como un hombre pequeñito
verdaderamente humano
del que no puedo decir más)

Eso me pidieron comunicarles.

Lo demás aún no sé cómo explicarlo.

Dresde es el corazón del mundo.

Y el que tiene oídos,
que oiga.

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