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Yo me persigno
ante el hombre que se persigna
y nada más.
Mi única creencia
es la fe en la fe
de ese hombre.
Se me pasa así el día
siguiendo a aquellos que parecen vivir
sin poner en duda
ninguno de sus pasos.
Los escucho gritar, incluso,
consignas que hablan
del bien de todos,
y hasta por un momento me emociona
la desesperación común,
que parece enterrarse como uña,
y aferrarse en la realidad que se nos da
hasta intentar desgarrarla.
A veces voy con ellos,
y me uno a sus consignas,
pero lo cierto es que mi voz se quiebra
entre las otras voces
que se alimentan con creencias
que yo perdí hace mucho…
Y esa fe, exclusivamente,
es la que me quiebra.
Y es que no son
las bombas lacrimógenas
las que me hacen llorar,
ni las constantes injusticias
ni las atrocidades económicas
ni la represión que creímos desaparecida…
Lo que me hace llorar,
en definitiva,
como decía en un principio,
es la fe de esos hombres,
sentir un pequeño atisbo
de lo que serían capaces
juntos,
si quisieran…
Ante eso me persigno.
Sus voces admiro.
Y hasta ayudo,
sin creer,
a mantener encendidas las fogatas
que iluminan las calles.
No las enciendo
ni las defiendo
por las causas de todos,
pero es difícil distinguir,
después de todo,
el origen de las llamas...
y todo fuego es necesario.
Así que me persigno,
como decía,
solo ante el hombre que se persigna
sin dudar
en medio del fuego.
Y mi única creencia
sigue siendo la fe
en la fe
de esos hombres.
A veces eso basta.
ante el hombre que se persigna
y nada más.
Mi única creencia
es la fe en la fe
de ese hombre.
Se me pasa así el día
siguiendo a aquellos que parecen vivir
sin poner en duda
ninguno de sus pasos.
Los escucho gritar, incluso,
consignas que hablan
del bien de todos,
y hasta por un momento me emociona
la desesperación común,
que parece enterrarse como uña,
y aferrarse en la realidad que se nos da
hasta intentar desgarrarla.
A veces voy con ellos,
y me uno a sus consignas,
pero lo cierto es que mi voz se quiebra
entre las otras voces
que se alimentan con creencias
que yo perdí hace mucho…
Y esa fe, exclusivamente,
es la que me quiebra.
Y es que no son
las bombas lacrimógenas
las que me hacen llorar,
ni las constantes injusticias
ni las atrocidades económicas
ni la represión que creímos desaparecida…
Lo que me hace llorar,
en definitiva,
como decía en un principio,
es la fe de esos hombres,
sentir un pequeño atisbo
de lo que serían capaces
juntos,
si quisieran…
Ante eso me persigno.
Sus voces admiro.
Y hasta ayudo,
sin creer,
a mantener encendidas las fogatas
que iluminan las calles.
No las enciendo
ni las defiendo
por las causas de todos,
pero es difícil distinguir,
después de todo,
el origen de las llamas...
y todo fuego es necesario.
Así que me persigno,
como decía,
solo ante el hombre que se persigna
sin dudar
en medio del fuego.
Y mi única creencia
sigue siendo la fe
en la fe
de esos hombres.
A veces eso basta.
Es cierto. Creer en las creencias de otros y emocionarse por la fuerza que en sus ideales ellos demuestran es un buen aporte, una buena manera de no dejarse estar en un rincón mientras la vida pasa y en medio de la desidia la masa complaciente se queja sin hacer nada.
ResponderEliminarLamento que la represión siga tan viva como en épocas que creíamos superadas...
Un abrazo.
mientras exista fé... en lo que sea... hay algo de esperanza... el día que dejemos de conmovernos estaremos muertos
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