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“Todo lo que buscáis y creéis a veces que no hay,
a veces peor aún, que es imposible,
lo hay,
pero el nombre que dais a vuestra busca y deseo
es equivocado…”
Macedonio Fernández.
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a veces peor aún, que es imposible,
lo hay,
pero el nombre que dais a vuestra busca y deseo
es equivocado…”
Macedonio Fernández.
I.
Veo a un niño que llora porque quiere un globo.
Luego observo que al niño le compran un globo.
Tras recibirlo, el niño deja de llorar, es cierto, pero no es felicidad lo que tiene.
Y es que el niño en cuestión, no se ha saciado en lo absoluto.
II.
Pueden ustedes cambiar elementos en lo expresado anteriormente. O incluso transformarlo a una fórmula matemática y reemplazarlos de una manera organizada, pero lo cierto es que el resultado será siempre similar.
No importa si es un globo, o un viaje, o tener sexo con una persona en particular… verán ustedes que ocurrirá algo parecido en ese intento frustrado de poseer, y que siempre termina dejándonos a solas con nosotros mismos: tras el globo desinflado, en el baño del hotel, o a un costado de la cama. Y en el fondo de nosotros una sensación que podríamos nombrar como “carencia”, por no tener, justamente, una expresión más específica, que la determine.
Y es que a final de cuentas el “ser con” aquello que ansiamos, se yergue como un imposible que frustra a cualquiera que no sepa nombrar aquello que busca con la palabra adecuada.
Sí, justamente como lo dice Macedonio en el epígrafe, y sin que exista un culpable concreto, pues a veces la frustración puede incluso ser entendida como la semilla de una nueva ansia y todo aquel proceso se revela entonces como el artificio creado por alguien para mantenernos vivos.
Pero no me pregunten para qué.
III.
A propósito de culpables y de Macedonio, ¿sabían ustedes que el escritor argentino trabajó varios años como fiscal en la provincia de Misiones, sin llegar nunca a condenar a ningún acusado?
Yo lo supe hace poco y me impresionó bastante. Tanto como para llegar a conseguir una dañada fotocopia de la tesis con que se recibió como abogado (1897) y que justamente habla –indirectamente, es cierto-, sobe la imposibilidad de las personas para ser consideradas culpables de sus actos.
Al respecto, Macedonio señalaba –en la tesis-, que la vida era el único acto realizado por todo hombre, y que ésta, como acción, al ser indivisible, por ser una, no puede analizarse fragmentariamente. De esta forma, habría que esperar el término de la vida de un hombre, para lograr saber si este hombre es culpable o inocente, de su propia vida.
Por último, si rastreamos y seguimos esta idea en los escritos posteriores, veremos que esta única acción además, pasa a ser entendida como realizada por la totalidad de los hombres. Es decir, no podemos considerar a ningún hombre culpable, hasta el final de la vida de todos los hombres.
IV.
¡Me cae bien don Mace…!
A veces se enreda y sus textos parecen escribirse sobre una duda más que sobre certezas, pero su inacción es simpática, inteligente y pura. Y además no condenó a nadie.
Por si fuera poco era tan humilde que hasta se avergonzaba de su inteligencia y decía que no era suya, sino de todos los hombres.
Así, aunque pasaba horas sentado ejercitando el pensar y renunciando a todo movimiento, a mí me gusta creer que aquello era justamente ejercitar el “ser con” aquello que lo rodeaba, y que, en secreto, quería a los otros, y que en eso consistía su absurdo, y su deseo de silencio.
Y es que el absurdo hermoso de don Mace, de ese viejito convencido, según sus propias palabras, que “el problema inmenso lo derrotará”, es de cierta forma haberse mantenido fiel a sí mismo, alumbrándonos con una luz leve para que veamos más allá del globo, del viaje o de lo que sea, la apariencia correcta de aquello que buscamos…
Es entonces cuando me imagino a don Mace, sujetando todavía un fósforo que me invita a buscar, en lo que me rodea, otras cosas que necesito… y diciéndome con afecto que no soy culpable de nada… igual que usted… igual que él… igual que todos.
Veo a un niño que llora porque quiere un globo.
Luego observo que al niño le compran un globo.
Tras recibirlo, el niño deja de llorar, es cierto, pero no es felicidad lo que tiene.
Y es que el niño en cuestión, no se ha saciado en lo absoluto.
II.
Pueden ustedes cambiar elementos en lo expresado anteriormente. O incluso transformarlo a una fórmula matemática y reemplazarlos de una manera organizada, pero lo cierto es que el resultado será siempre similar.
No importa si es un globo, o un viaje, o tener sexo con una persona en particular… verán ustedes que ocurrirá algo parecido en ese intento frustrado de poseer, y que siempre termina dejándonos a solas con nosotros mismos: tras el globo desinflado, en el baño del hotel, o a un costado de la cama. Y en el fondo de nosotros una sensación que podríamos nombrar como “carencia”, por no tener, justamente, una expresión más específica, que la determine.
Y es que a final de cuentas el “ser con” aquello que ansiamos, se yergue como un imposible que frustra a cualquiera que no sepa nombrar aquello que busca con la palabra adecuada.
Sí, justamente como lo dice Macedonio en el epígrafe, y sin que exista un culpable concreto, pues a veces la frustración puede incluso ser entendida como la semilla de una nueva ansia y todo aquel proceso se revela entonces como el artificio creado por alguien para mantenernos vivos.
Pero no me pregunten para qué.
III.
A propósito de culpables y de Macedonio, ¿sabían ustedes que el escritor argentino trabajó varios años como fiscal en la provincia de Misiones, sin llegar nunca a condenar a ningún acusado?
Yo lo supe hace poco y me impresionó bastante. Tanto como para llegar a conseguir una dañada fotocopia de la tesis con que se recibió como abogado (1897) y que justamente habla –indirectamente, es cierto-, sobe la imposibilidad de las personas para ser consideradas culpables de sus actos.
Al respecto, Macedonio señalaba –en la tesis-, que la vida era el único acto realizado por todo hombre, y que ésta, como acción, al ser indivisible, por ser una, no puede analizarse fragmentariamente. De esta forma, habría que esperar el término de la vida de un hombre, para lograr saber si este hombre es culpable o inocente, de su propia vida.
Por último, si rastreamos y seguimos esta idea en los escritos posteriores, veremos que esta única acción además, pasa a ser entendida como realizada por la totalidad de los hombres. Es decir, no podemos considerar a ningún hombre culpable, hasta el final de la vida de todos los hombres.
IV.
¡Me cae bien don Mace…!
A veces se enreda y sus textos parecen escribirse sobre una duda más que sobre certezas, pero su inacción es simpática, inteligente y pura. Y además no condenó a nadie.
Por si fuera poco era tan humilde que hasta se avergonzaba de su inteligencia y decía que no era suya, sino de todos los hombres.
Así, aunque pasaba horas sentado ejercitando el pensar y renunciando a todo movimiento, a mí me gusta creer que aquello era justamente ejercitar el “ser con” aquello que lo rodeaba, y que, en secreto, quería a los otros, y que en eso consistía su absurdo, y su deseo de silencio.
Y es que el absurdo hermoso de don Mace, de ese viejito convencido, según sus propias palabras, que “el problema inmenso lo derrotará”, es de cierta forma haberse mantenido fiel a sí mismo, alumbrándonos con una luz leve para que veamos más allá del globo, del viaje o de lo que sea, la apariencia correcta de aquello que buscamos…
Es entonces cuando me imagino a don Mace, sujetando todavía un fósforo que me invita a buscar, en lo que me rodea, otras cosas que necesito… y diciéndome con afecto que no soy culpable de nada… igual que usted… igual que él… igual que todos.
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