martes, 2 de agosto de 2011

Los que se quedan atrás.

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Fíjense ustedes en los grupos que caminan en las calles… ¿se han dado cuenta?

Siempre hay uno en cada grupo, que se va quedando atrás.

Acostumbramos pensar que tiene relación con el ancho de las aceras, o con la concurrencia general que hay en ese momento por las calles, pero lo cierto es que aquel retraso existe de una manera independiente a aquellos fenómenos.

Intrigado con esto me puse a investigar sobre aquel suceso. Me pasee por las calles, conversé con gente, fotografié situaciones y hasta apelé a mis propios recuerdos… y lo cierto es que los que se quedaban atrás parecían pertenecer a una misma raza, y seguir siempre un mismo modus operandi, por lo demás bastante simple: reducción de la velocidad de marcha, desvío de unos cuantos pasos al costado, y finalmente… se escabullían del resto.

-Yo creo que eso es simplemente ingratitud que merece un castigo –me comentó un tipo de esos que acostumbra ir delante y dirigir al resto-. Esos amigos suelen olvidarse.

Yo escuché sus opiniones y las anoté en una libreta. Y subrayé incluso aquella frase: esos amigos suelen olvidarse.

Quizá por anotarla, comencé entonces a cuestionarme si aquello era cierto. Y repasé mis experiencias. Me dije:

“Es cierto. En parte. Pero más allá de un rostro o un nombre que olvidamos lo que me intriga saber es si recordamos qué pensaban ellos sobre las cosas. Me refiero a cuál era su equipo de fútbol favorito, su posición política… o hasta qué pensaba de la vida, por ejemplo. Aunque esto último es posible que no lo podamos decir ni de nosotros mismos.”

Luego pedí la opinión sobre el asunto a otras personas.

-Yo pensaba que esos tipos se perdían –me dijo un vendedor amigo, que le gusta la idea del extravío-, o que se morían jóvenes… como que estaban destinados a algo así…

-Ok –digo yo, mientras anoto en la libreta, y el otro espera porque quizá piensa que es importante que sus palabras queden registradas.

-Hoy en día, sin embargo –continúa diciéndome-, mi teoría ha cambiado…

-¿A qué te refieres?

-A que he llegado a la conclusión que se quedaban atrás por una especie de resguardo… quizá porque intuían que el camino por el que iban los otros no llegaba en realidad a ningún sitio y preferían entonces detenerse a mirar, en mitad del cruce, sobre cuál dirección era más conveniente…

-¿Pero cómo pueden saber los que se quedan atrás si el camino correcto es el que tomaron los otros? –pregunté.

-Tal vez si el que espera se da cuenta que los otros no regresan, puede saber que van por buen camino, y volver a seguirlos tras un tiempo prudente... –me contestó el vendedor, aunque su explicación no me convenció en lo más mínimo.

-Lo otro que pienso –agregó entonces, tras ver mi cara de incredulidad-, es la posibilidad de que no hubiese en verdad camino correcto, con lo que más allá de la velocidad y retraso de estas personas, lo más sensato hubiese sido realmente quedarse siempre en un mismo sitio, como hago yo.

-Mmm… -dije yo. Y anoté algunas de sus palabras, para que no se sintiese mal, ni se enojara conmigo.

Luego me fui a otros sitios.

Me fijé entonces que tal como los hombres que se van quedando atrás, existen niños que utilizan una fórmula similar para escabullirse de sus padres, cuando van de compras.

Anoté:

“Lo extraño de estos niños, sin embargo, es que no parecen escabullirse con un objetivo definido, es decir, no lo hacen para jugar con algo, o porque hayan descubierto alguna situación que les pareciera interesante, sino principalmente –pienso-, por tomar cierta distancia, y ver hasta donde son capaces de experimentar y jugar a que no tienen más lazos con el mundo…”

-Pero luego los niños lloran porque se han perdido… -me dice entonces una mujer que estaba sentada junto a mí, y mirando de reojo lo que yo escribía en mi libreta.

-Disculpe que me entrometa –continuó-, pero me molesta que uno piense o reflexione cosas y vaya dejando cosas atrás… es como la gente que no se da cuenta y termina por perder a los otros, dejándolos ir…

-¿Como los que caminan y van dejando a los otros atrás? –pregunté invirtiendo la situación.

-Exacto –me dijo-. Muchos se fijan en los que se quedan atrás, pero solo lo hacemos porque pensamos primero en nosotros… es decir, ellos se quedan atrás en relación a nosotros, no a ellos mismos… y es por lo mismo que a veces las madres llevan a los niños amarrados con correas…

-No entiendo a qué se refiere –reconocí.

-A que la gente creería ser feliz si existiesen correas para llevar siempre consigo aquello que le es importante… solo porque son incapaces de dejar de pertenecer a un “nosotros”…

-Pero… -dije yo, intentando ordenar mis ideas-, ¿cómo podría yo dejar de pertenecer a un nosotros y quedarme con ellos, si ellos se quedan atrás…?

-Fácil –me contestó la mujer-. Quedándose atrás también. Con ellos.

Y se fue.

Yo entonces quedé pensando en lo que me dijo aquella mujer. Y traté de invertir el punto de vista. Y pensé así en la importancia del yo, y en la cantidad de veces que lo empleamos a diario y en la manera como determina la relación con los otros y con todo lo que nos rodea, en general.

Y sentí así que a pesar de que el yo era algo necesario e intransferible, lo cierto es que todos lo utilizábamos de una manera parecida, como una misma moneda, casi, y que su valor estaba condenado a perderse, poco a poco.

Sí… estaba condenado a perderse -pensé-, a menos que…

-A menos que uno comience a quedarse atrás de los otros yo, respetando nuestro propio ritmo y sin dejarnos atrás a nosotros mismos… -me escuché decir entonces en voz alta.

Y la gente se volteó a mirarme por unos segundos. Y luego siguió su andar.

Yo entonces pensé en anotarlo en la libreta, pero no lo hice.

Y escogí, en cambio, acercarme a los otros, de una manera diferente.

5 comentarios:

  1. Quedarnos a esperar a los otros y no obligar a que los demás nos sigan...Sería algo así la propuesta?
    Me quedo pensando.

    Saludos

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  2. Se trata (entre otras cosas) de no dejarnos atrás a nosotros mismos, y olvidarnos de nuestro ritmo y a dónde necesitamos ir... y claro, si eso supone quedarse atrás, bienvenido sea.

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  3. Veámoslo por ejemplo como si fuermos rebaño de ovejas.Un rebaño de ovejas necesita un pastor. Entonces siempre se critica a la "oveja descarriada"¿Por qué habría de ser descarriada?Por tomar su propio camino ¿por que no se siente con dueño?Yo pienso que quizás algunas personas no se quedan atrás, quizás atrás sea en algunas ocasiones adelante. Bien hecho Vian.

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  4. Sucede muy parecido en el último vagón del metro. Excelentes reflexiones, Vian. Gracias por disminuir su ritmo.

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