sábado, 27 de agosto de 2011

Mientras seas hermosa estás viva.

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“¿Tienes algo que sea todo?”
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Ella es una desconocida. Está frente a mí por azar, por una serie de accidentes y coincidencias que podrían haber desembocado de mil formas distintas. Habla conmigo por inercia, un poco porque está dolida y en gran parte porque está drogada. Yo, en tanto, no recuerdo del todo como fui a parar frente a ella. Así, mientras habla, caigo en cuenta que -físicamente al menos-, nunca había visto a una mujer tan hermosa.

-Mientras seas hermosa estás viva –me dice-, me lo contó una chica después que me asaltaron el año pasado y al tipo se le trabara la pistola cuando quiso dispararme… salió en los periódicos, no sé si te acuerdes…

-No… no me acuerdo… -dije yo, y era cierto.

-El caso es que me contaron que se debía a mi belleza –sigue ella-. Yo no creía, claro, pero también he resultado intoxicada por emanaciones de gas, y han estado a punto de atropellarme varias veces y nunca me termina pasando nada… como si no pudiese morir…

-Mmm…

-Hoy mismo por ejemplo, un auto estuvo a pocos metros de atropellarme, pero se desvió a último momento y terminó golpeando a una mujer algo mayor y que caminaba encorvada… ¿entiendes?

-Eh… no, no mucho…

-Es que nadie la hubiese esquivado a ella, pienso yo… no si tuviesen que elegir, al menos…

-¿Entonces tú crees que no puedes morir solo porque eres bella?

-Claro, si ni siquiera recuerdo haberme enfermado alguna vez…

-Pero quizás… -pensé en voz alta-, quizás se trate simplemente de una enfermedad distinta…

-¿Qué quieres decir?

-No sé bien, pero eso de no morir me suena también un poco a maldición, a otra forma de enfermedad, quizá…

-Sí, entiendo lo que dices… a veces lo pienso, es cierto… y hasta me imagino que si por error llegase a morir, los demás solo se asombrarían…

-¿A qué te refieres?

-A que no se entristecerían… eso pasa con lo hermoso, como con las flores de un jardín… ¿has visto acaso llorar a alguien porque se muera una rosa…? Pues yo te aseguro que no… y de llorar, lo harían por el jardín, no por la rosa en sí… nadie llora la belleza de la rosa.

-Quizá no, pero al menos se llora el vacío que deja…

-Sí… es mejor que nada… es una pequeña marca, como la enfermedad.

-¿Como la enfermedad?

-Sí, la enfermedad es a veces una marca del tiempo…

-¿Una marca física?

-Sí… si la enfermedad es física, pero yo prefiero una enfermedad de las otras… esas que hacen crear anticuerpos que fortalecen el espíritu…

-¿Te das cuenta lo que estamos hablando?

-No… jaja… yo hablo no más… a todo esto ¿qué sabes tú de mujeres hermosas?

-¿Yo…? Eh…

-No te preocupes por hablar, yo olvido todo en las mañanas…

-No es eso… es que no sé bien que decir…

-¿Sabes algo de ellas…?

-Mmm… sé que abren ventanas y puertas y que gustan de las corrientes de aire…

-¿Ves? También puedes hablar sin pensar…

-Sí…

-¿Y qué más?

-Que ocurre en ocasiones que las corrientes de aire se vuelven tan fuertes que se transforman en torbellinos, y ocurre entonces que la casa está vacía…

-¿Cómo el jardín sin la rosa?

-Sí, pero no es un vacío tan claro… es un poco más tenebroso…

-¿Tanto como para dar miedo?

-Sí… la verdad es que sí… me dan miedo las mujeres hermosas, pero no es su hermosura lo que me asusta, sino su oculto deseo de enfermedad, o de evidenciar lo frágil… como si les gustara extender un pie hacia el abismo…

-¿Entonces no me ocurre solo a mí?

-Supongo que no… debe ser común en las mujeres bellas…

-…

-¿Sabes que hice hoy?

-No.

-Pues hoy estuve mirando a través de una imagen satelital, cómo el mar cubría una isla, hasta hacerla desaparecer…

-¿Y estaba desierta?

-¿Qué cosa?

-La isla.

-Ah… no sé… pero supongo que nunca nada está totalmente desierto… es como con las corrientes de aire: aunque no haya nadie, siempre hay algo que sigue habitando por aquellas casas.

-¿Sabes? Hablas con tristeza… como si tú te quedaras a escondidas habitando aquellas casas.

-Quizá sea así, por momentos… puede que me quede más de la cuenta en esas casas…

-…

-…

-Disculpa, quizá te hice sentir mal… ¿en qué te quedaste pensando?

-Pensaba si una biblioteca puede considerarse un lugar desierto…

-Por supuesto que no… una biblioteca es muy distinta a una casa vacía o una isla que desaparece, según lo que contaste…

-Sí, debe ser así.

-¿Te cuento mejor qué fue lo que hice hoy?

-De acuerdo.

-Hoy en la mañana me puse el traje más hermoso que tengo y me maquillé hasta quedar más bella que nunca…

-Creí que te incomodaba serlo…

-Bueno, sí, a veces… pero esto era con otro objetivo… luego de arreglarme, decidí encerrarme en la casa; exactamente lo contrario de las corrientes de aire.

-¿Y?

-Y pasó que lloré toda la tarde, porque esa belleza se estaba desperdiciando… era como una enfermedad autoinducida… así, por último, al no poder seguir llorando y verme arruinada, decidí salir.

-¿O sea que ahora estás arruinada?

-Sí, técnicamente sí… es decir, es como negarse a sacar la basura de la casa por varios días… no es que todo sea un desastre, pero es mi única forma de hacer entrar la enfermedad.

-Pero el llanto no es enfermedad… no necesariamente, al menos.

-Pero es la única enfermedad a la que puedo acceder, al menos de momento.

-¿Y sales a qué, luego del llanto?

-No sé bien… Mi salir es como una espera… como esos cuentos de niños donde la princesa espera dormida a que el príncipe la despierte o la vuelva a la vida…

-Pero al revés.

-Claro… yo espero el beso de la enfermedad, y el de la muerte… eso busco.

-Suena extraño.

-Sí, pero no terrible… así que ya sabes, si quieres besarme tendrá que ser con uno de esos besos.

-Pues lo dices como si fuese un capricho…

-Es que ese es mi destino: todo el mundo me consiente, pero nadie me ama…

-¿Y qué quieres?

-Que no me consientas.

-¿Y crees que morir te salvará de todo?

-Quizá…

-Yo creo que estás buscando la salida fácil… imagina si mueres y el cielo es… no sé, ¡como un montón de chicas como tú!

-¿Cómo un montón de barbies?

-Exacto… y Dios viene entonces y te pregunta sobre tu futura reencarnación… pero solo puedes cambiar tus accesorios.

-¿No se me permitiría cambiarme la cabeza, o el corazón?

-No.

-Pues es cierto… mi verdadero sueño es que se me permita ser otra… ir desgastando la belleza, simplemente… creo que no ocurrirá nunca…

-¿Y si eso ya está ocurriendo?

-¿Cómo?

-¿Qué tal si no lo sabes, pero eres como esas frutas que siguen con una apariencia perfecta, pero ya se han podrido por dentro?

-Lo dices para darme ánimo…

-No, lo digo porque sucede a veces.

-Pero para descubrir si la fruta está dañada… ¿habría que partirla de todas formas, no es cierto?

-Sí, creo que sí.

-Entonces es lo mismo…

-No es lo mismo, tú hablas de vegetales, de flores… pero no te das cuenta que no perteneces a ese reino…

-¿Qué quieres decir?

-Eso, que tú no eres flor, ni fruta… y posees una voluntad que quizá te permita desertar, simplemente.

-¿Desertar de mi belleza?

-Sí, justamente.

-¿Y si lo hacemos juntos?

-¿Qué cosa?

-Desertar.

-Pero no tengo belleza de la cual desertar.

-Es cierto… veamos… ¿de qué podrías desertar tú?

-No lo sé… ¿de mi trabajo?

-No… tu trabajo solo es parte tuya, en cambio mi belleza es todo para mí… ¿no tienes algo que sea todo?

-¿Algo que sea todo?

-Sí… algo que sea todo, pero no seas completamente tu mismo…

-Pues no sé… creo que ya deserté de todo eso.

-¿Con otra mujer hermosa?

-Sí… pero ella hizo trampa y no desertó al final.

-Mmm… lo lamento.

-No te preocupes, no hay nada qué lamentar.



4 comentarios:

  1. que canción bella (y los objetos prohibidos; puertas y ventanas... bellos tambien)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. bueno, supongo que la inmortalidad tiene su precio.
    Muchos saludos, devuelvo la visita casual :)

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  4. La banalidad de la belleza plástica y artificiosa que está de moda en nuestros días, no deja de ser una máscara para intentar esconderse, para intentar escapar.
    No se puede desertar de uno mismo...

    Un abrazo.

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