martes, 30 de agosto de 2011

M, o las ventajas del café instantáneo.

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.

M siente que es un tanto negligente:
prácticamente no sabe cocinar,
se duerme a mitad de las películas
y hasta es incapaz de seguir
una conversación demasiado larga.

Pese a ello,
M siempre le pareció a los otros,
una mujer ejemplar,
aunque ella desconfía hasta hoy
de la sinceridad de dichas conclusiones.

Cuando F le regaló una planta
por ejemplo,
M no pudo contener el llanto,
pues mantenerla viva era una tarea
que sentía más allá
de sus posibilidades.

Además F es arquitecto
piensa M,
sin comprender aún la razón
por la que ambos terminaron casados
antes de cumplir los 24 años.

No hubo hijos,
ni obligaciones
ni tampoco un deseo sublime
del uno por el otro,
anota M en una libreta
donde toma apuntes
de todas aquellas cosas
que todavía no comprende.

A veces,
cuando F debe realizar
pequeños viajes de trabajo
por el fin de semana,
M se atreve a abrir el cuarto
donde F guarda sus maquetas
que considera más valiosas,
y M es capaz de sufrir viendo en ellas
la presencia de un mundo que le es esquivo
e inhabitable.

Un sicólogo al que fue a ver
llevado por una de sus amigas,
le dio como tarea a M
llevar para la otra sesión
la descripción de una acción
que ella sintiera hiciese
de forma irreprochable.

Así, M buscó desesperada
en su rutina,
sin encontrar nada,
y no hubiese vuelto a ver a aquel sicólogo
si no hubiese sido su misma amiga
la que dio con aquella acción.

“Preparas un café magnífico”
le dijo su amiga,
y M sonrió.

Escribió luego, en un papel,
más de 10 veces la descripción
de aquella tarea
y descubrió que se sentía realmente orgullosa
de cómo la realizaba.

Seleccionar los granos,
anotó como primer paso…

Tostar con cuidado el café,
escribió a continuación,
y así fue siguiendo con la descripción,
que le parecía perfecta.

La vida no era tan mala,
pensaba,
mientras recordaba incluso que ella misma
había descubierto aquella forma de prepararlo
sin mirar nunca una receta
ni asistir a cursos especiales,
como sus amigas.

Y claro,
fueron esas buenas semanas para M,
y el sicólogo se lo dijo…
si hasta F le había hecho el amor dos veces
en cuatro días,
había anotado ella,
estimando así que muchas cosas
podían comenzar a arreglarse.

Entonces llegó un viernes que M
había marcado con rojo en el calendario,
pues venía a casa un amigo de su esposo
y ella debía atenderlo
de buena forma.

M los miraba conversar
y hasta intentó participar en algún momento
aunque sin mucho éxito,
por lo que decidió ir a prepararles
un par de tazas de café.

Eligió los granos,
los tostó,
e hizo todos aquellos pasos
que había descrito antes
minuciosamente…

Sin embargo,
cuando todo estaba listo,
M se armó de valor
y decidió poner todo lo que tenía
en juego.

Y es que M,
sin haberlo planificado,
decidió preparar dos tazas
simplemente con café instantáneo.

Así, puso las tazas sobre una bandeja
con diseños,
y los dejó frente a F y su amigo.

Y claro, ellos tomaron el café
-¡si es que podía llamarse café a eso!-,
pensaba M,
sin decir una palabra.

M comenzó entonces a pasearse en torno a ellos
hasta que F comenzó a alabar a aquel café
diciendo de paso que le había quedado bastante mejor
de los que había hecho ella
en todo el último tiempo.

“¿No has cambiado el tipo de grano?”
le preguntó F.

Pero M no pudo contestar,
pues no quería que la viesen llorar
por algo aparentemente tan estúpido,
y corrió a encerrase en el cuarto
donde estaban las maquetas.

M miró entonces aquellas pequeñas construcciones,
sintiendo incluso, por momentos,
que había logrado introducirse
en ellas,
como una pequeña figurita inmóvil
de las que poblaban aquel lugar.

“¿Estás ahí, M…?”
preguntaba F, tras la puerta.

Pero nadie contestaba.

Por último,
el amigo de F se fue,
y él se decidió entonces a abrir la puerta
para hablar con M,
pues ya no podían
seguir postergando una conversación,
que se debían hace mucho.

Fue así que F abrió la puerta
para hablar cara a cara con M…

pero era tarde

y ella ya no estaba.

3 comentarios:

  1. me encantó, me pegupe haste el final, lindo.

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  2. Las trampas que nos puede llegar a tender nuestra baja autoestima son inimaginables!...hasta podemos llegamos a disolvernos en nuestra propia conmiseración!
    Un abrazo.

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