viernes, 22 de agosto de 2025

Hierbas que calman, sin curar.


¿Ves esas que están allá, casi al fondo del patio? Pues de esas son de las que hablo. Las hierbas que calman, sin curar. A algunos no les gustan, pero para mí son las preferidas. Son las únicas que cuido, de hecho y las únicas que, de vez en cuando, consumo. No me preguntes nombres específicos en todo caso, pues no los sé. Yo solo las distingo por la ubicación en el patio. Se las compraba a una señora que era una especie de curandera y que no las recomendaba mucho, en realidad. Ella prefería a las hierbas que curaban directamente, y me recomendaba siempre que llevara de esas. Al final sale más barato, me decía. Curan el mal, lo sanan a uno. Usted debiese llevar esas. Y claro, no es que discutiese con ella, pero al final siempre llevaba de las otras. Ella las vendía ya brotadas y también como semillas. Deme mejor de las que calman, le decía yo. Lo otro ya es de uno y si lo venzo mejor lo hago de otra forma. Ella asentía, comentaba alguna última cosa y me las entregaba. Si soy sincero, nunca hablamos más allá de esas palabras, pero sentía que de cierta forma me conocía. Comprendía algo en mí que tal vez ni siquiera yo comprendía del todo. Regresó a su pueblo, años atrás. Ya era mayor y decía que quería morir en su tierra. Ahora nos parecemos un poco más, me dijo esa vez, antes de irse. Yo no entendí a qué se refería, pero le di la razón. Igual, ya no tomo de esas hierbas casi nunca, pero las cuido. No las olvido, quiero decir. Y ahí están.

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